El joven a quien yo correspondería deberá profesar las mismas creencias religiosas que yo proceso, tener la edad suficiente y la madurez necesaria para el matrimonio.
No formaría un hogar con un hombre que no tuviera una profesión o un empleo que garantizara cierta seguridad económica. Me gustaría estar segura de la estabilidad de sus sentimientos y de que tuviera conciencia de la responsabilidad que asume.
Tendrá que ser varonil. No me interesa tanto que sea muy apuesto, pero sí, sano y fuerte, tanto en los físico como en lo moral.
Su motivación en el noviazgo habrá de ser casto y no pasional. De ello me daré cuenta en su trato, desde el primer momento. Jamás aceptaré un joven sensual o materialista.
Que sea respetuoso con las mujeres y tan puro como supongo espera que yo lo sea. Que disfrute de buena reputación por su honradez, honestidad y su sentido de responsabilidad.
Que tenga fe en sí mismo, pero una fe basada en Dios. No soportaría a un individuo fanfarrón que se vanagloriara de algo.
Espero que a lo menos sea tan inteligente como yo y que me quiera tanto como yo lo quiero a él. Tendrá que haberse acostumbrado a pensar y a actuar por sí solo…y haberse desprendido de la falda de su madre.
Será hombre capaz de adaptarse a nuevas condiciones y que no oscile demasiado entre el optimismo y el desanimo.
Tendrá que ser una persona amable con todos.
Me gustaría que supiera expresar el amor y exteriorizar sus sentimientos.
Debe ser generoso, que no sienta envidia ni celos infundados.
Será feliz y alegre.
Deberá ser considerado. No me gustaría vivir con un hombre autoritario que se considere superior.