Se cuenta la historia de una niña que caminaba por un riachuelo mientras el padre la observaba. A medida que se adentraba en el lado más profundo sus botas se llenaban de agua, pero la niña no prestaba atención porque estaba disfrutando muy distraída. De pronto las botas pesaban tanto a causa del agua que había entrado en ellas, que la niña sintió que no podía caminar más y se llenó de miedo. Fue entonces cuando gritó fuertemente; “Papá, no puedo caminar me estoy hundiendo y me siento atascada”. Como era de esperarse el padre de un salto llegó donde estaba la niña y la condujo hasta la orilla. Al quitarse las botas y sacarles toda el agua, la niña se reía y mirando a su padre le agradeció por rescatarla de hundirse.
¿Te has sentido alguna vez como si estuvieras hundiéndote? ¿Te has sentido que llevas algo tan pesado en tus pies que casi no puedes caminar? Eso es comprensible, porque a diario enfrentamos situaciones difíciles que nos atemorizan. El rey de David vivía en constante persecución y amenazado por muchas partes. Su alma no tenía reposo, pero Dios nunca lo abandonó y le dio la victoria sobre sus enemigos. En 2 Samuel 22 donde se encuentra el salmo que escribió agradeciendo la liberación del Señor leemos: (versículo. 17) “Extendiendo su mano desde lo alto, tomó la mía y me sacó del mar profundo”.
EJERCICIO
Si al igual que el rey David hoy te sientes agobiada, sientes que te ahogas y ya no puedes más te aconsejo que leas este salmo de David. Luego reflexiona en la forma como Dios te ha ayudado en el pasado y enumera tres ocasiones cuando fuiste rescata por Jesús. Agradécele por siempre estar listo para a ayudarte cuando le clamas. Termina el devocional con una oración.
