“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo”. Mateo 4:1
Desde el momento que llegamos a Carolina del Norte, nos propusimos con mi esposa construir en nuestra casa un jardín de oración que tuviera muchas flores, árboles y sobretodo que pudiéramos dedicarlo para la meditación y reflexión. Con el paso de los meses las estaciones le han dado colores diferentes a ese lugar. En el otoño los colores han sido espectaculares y todo parece como sacado de una postal de fotografía. Me encanta mi jardín, pero cuando llega el invierno el paisaje cambia considerablemente, las hojas de los árboles se caen y el paisaje se nota casi como un desierto.
No era así en el Edén. El Edén era un jardín de imponente belleza todo el año. Y fue en ese jardín que Adán y Eva se deleitaron en la deslumbrante creación de Dios y el gozo de la perfecta armonía con Él, de la compañía el uno con el otro. Hasta que Satanás entró en escena, trayendo mala hierba, espinas, destrucción y muerte.
Es evidente el contraste entre el paisaje en Génesis 1 y Mateo 4. El mismo tentador que una vez entró en el jardín de Dios ahora le da la bienvenida a Dios a su territorio, el peligroso y árido desierto. El desierto puede ser una ilustración de aquello en lo que el mundo y la vida se convierten cuando Satanás se sale con la suya. Con un golpe decisivo, el gozo del Edén fue reemplazado con la aridez de la vergüenza (Gén. 3). ¡Pero Jesús salió victorioso en el territorio de Satanás! (Mateo 4). Cuando Él venció, nos dejó la esperanza de que nosotros también podemos tener victoria, una victoria que nos muestra que el enemigo ya no ejerce dominio. Una victoria que nos garantiza que llegará el día cuando ya no trabajaremos penosamente en el desierto de Satanás sino que seremos llevados al cielo, donde el gozo del Edén será nuestro para siempre.
No obstante, ¡todavía tenemos que esperar hasta que ese día llegue! Yo espero en mi jardín con mucha ansiedad la llegada de la primavera en donde de nuevo volverán los colores. Sin embargo, aunque llegue el invierno donde todo parece seco y maltratado, tengo la esperanza del día cuando Jesús regrese y al lado de El viviré una eterna primavera. Te muestro dos fotos del paisaje de nuestro jardín; la de la izquierda fue tomada cuando llegamos en el tiempo del invierno cuando todo estaba seco, y muy parecido a un desierto. La foto de la derecha te muestra lo que se ve en este tiempo de primavera después de cinco años de trabajo. Te animo a seguir adelante, no importa los obstáculos que se te presenten. Sigue porque la victoria de Cristo es tuya mientras caminas por el desierto de la vida.
Hay un pasaje de la Biblia que me gusta mucha y está registrado en Apocalipsis 21: 1-4 que dice: “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: ¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir”.