Leonardo Boff cuenta una fábula que escuchó en Alemania. Un campesino agarró un pichón de águila y lo crió en la casa con sus gallinas. El águila creció como gallina, actuaba como gallina, en todo parecía una gallina. Un día, visitó al campesino un naturalista que se había especializado en las costumbres y hábitos de las águilas. Cuando vio al águila convertida en gallina, le dijo al campesino:
– ¿Qué hace ese águila que nació para volar en las alturas y erguirse sobre las montañasm picoteando la tierra y escarbando la basura como una vulgar gallina?
– Ya no es águila y no sabe volar – contestó el campesino. La crié como gallina y se transformó en gallina.
El naturalista miró con fijeza al campesino y le dijo apasionadamente:
-No vuela ahora, pero ella tiene dentro del pecho y en los ojos la dirección del sol y el llamado de las alturas. Ya verás cómo ella es capaz de volar.
Una mañana salieron muy temprano rumbo a la montaña. Cuando llegaron a la cumbre el sol nacía. El naturalista agarró al águila con firmeza, sus ojos hacia el sol, y la lanzó a lo alto. El águila convertida en gallina sintió el llamado apasionante de las alturas, despertó en su corazón su ser de águila, agitó las alas primero con cierto titubeo, después cada vez con mayor firmeza, y se fue perdiendo en un vuelo pleno y cada vez más seguro en el azul infinito del cielo.