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Momentos de Quietud Para Meditar

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“Más bien busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”. Mateo 6:33

¿Hay algún momento de quietud en su día? Quizás sea antes del amanecer, cuando aún está oscuro y el aire aún está un poco frío, excepto por el calor que le brinda la manta tejida a crochet que tiene sobre sus pernas.

Tiene todo el día por delante, ya que éste recién comienza y está intacto.  Su Biblia está abierta; sus oraciones son pensamientos y susurros.  Está a solas con Dios.

Tal vez sea en algún momento de la tarde temprano cuando los niños están durmiendo la siesta. Sigue pasando el tránsito afuera y podría escucharlo si quisiera, pero no lo hace.

Tiene un breve momento para dedicarlo a hacer lo que le gusta … disfrutar de un refrigerio, de un libro, de un minuto para usted misma.

Quizás sea tarde en la noche.  Puede ver y oír el reloj que marcó las horas de manera desapercibida durante toda la tarde, se pone la pijama y apaga la televisión.  Se hunde en las almohadas del sofá, casi dormitando, pero todavía no está lista para ir a la cama.  Ya casi puede quitar las preocupaciones de su mente y se siente demasiado cómoda como para conversar.

Quizás sea en algún otro momento.  O quizás nunca.  Pero nunca es demasiado tarde.

Una y otra vez en la vida de Jesús, vemos que estuvo muy ocupado, que estuvo expuesto a muchas situaciones estresantes, que fue solicitado por muchas personas diferentes … que se alejó y se escabulló para estar tranquilo.

A veces era a la noche – en ocasiones toda la noche.  A veces era a la mañana temprano, mucho antes de que sus amigos y sus discípulos se despertaran.  Al final de un largo día o antes del comienzo de un nuevo día, anhelaba estar tranquilo para pasar tiempo a solas con su Padre Celestial, porque su parte humana necesitaba pasar tiempo en privado para poder poner en orden lo que estaba pasando en su vida.  Y si el mismísimo Jesús necesitaba tranquilidad, por supuesto que nosotras también la necesitamos.

No obstante, la quietud no vendrá a buscarla a usted.  Tendrá que luchar para alcanzarla en un mundo cada vez más bullicioso y exigente, en una cultura que se apresura a llenar cada segundo de sonido, movimiento e información rápida.  Tendrá que planificarla, establecer límites a su alrededor y protegerla de llamadas telefónicas, de programas de televisión e incluso de su propia impaciencia.  Se verá tentada a pensar que no puede vivir sin ella, pero se unirá al resto de las que tenemos que aprender por las malas – a través de ojeras de gripe de cuatro días y cansancio los fines de semana- que si no nos ocupamos de tomar las cosas con más calma, nuestros cuerpos lo harán por nosotras.

La simple verdad es que los momentos de quietud que se pasan con el Señor, con su Palabra y nuestros corazones abiertos delante de Él, no demandarán mucho de nosotras pero sí nos darán muchas cosas.  Siempre nos repondrán, siempre aumentarán la vida de nuestros días y muy probablemente aumentarán los días de nuestra vida.

Disfrute de las bendiciones que le brinda la quietud.

“Porque así dijo el Señor Jehová, el Santo de Israel:

En descanso y en reposo seréis salvos;

En quietud y en confianza será vuestra fortaleza”.  Isaías 30:15a

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