Una mujer que deseaba orar, tomó una silla vacía y se arrodillo delante de ella. Con lágrimas en los ojos exclamó: “Padre celestial, por favor, siéntate aquí, necesitamos hablar”. Luego mirando fijamente a la silla cerró sus ojos y comenzó a orar imaginando que Dios estaba sentado en la silla escuchando su petición.
Me pareció interesante esta incidente porque en muchas ocasiones en nuestros momentos de oración nos gustaría tener a Jesús sentado frente a nosotros para conversar con Él y mirarlo cuando le hablamos de todas nuestras tristezas, alegrías, preocupaciones o peticiones. Sin embargo aunque no lo tengamos sentado frente a nosotros está muy, pero muy cerca de nosotros cuando oramos. El tiempo que pasamos en oración y estudio de la Biblia es un tiempo muy especial porque Dios se acerca a nosotros y escucha lo que le decimos con mucha atención.
A veces se nos hace difícil concentrarnos al orar porque tal vez estamos preocupados, enfermos o quizá tan enredados con nuestros propios problemas que sentimos que nuestras oraciones están vacías y no le interesan a Dios. Pero eso es una idea equivocada porque siempre podemos acercarnos al trono de la gracias y allí encontraremos a un Jesús que está listo para escuchar y responder.
Alguien dijo: Dios está en todas partes, disponible en todo momento, y siempre escucha.