Algunos días son tranquilos y felices, mientras que otros no lo son. Cuando nos enfrentamos con los inevitables días oscuros de la vida, debemos decidir la manera en que vamos a reaccionar. ¿Nos vamos a dejar hundir aún más profundamente en nuestra propia tristeza, o vamos a emprender la difícil tarea de recuperarnos?
Traemos luz a los días oscuros de la vida al acudir en primer lugar a Dios, y luego a familiares y amigos de confianza. Luego, debemos ir a trabajar resolviendo los problemas a los que nos enfrentamos. Cuando lo hagamos, las nubes finalmente se correrán y el sol brillará una vez más sobre nuestras almas.
El momento en el que somos más fuertes es aquel en el que admitimos que somos débiles.
“Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Sal. 46:1