Señor Alfarero de mi vida,
Reconozco que me he caído de tus manos,
Ya cuando casi me estabas terminando;
Cuando mi obra recibía las últimas pinceladas
Para ser perfecta, me caí de tus manos.
Sentí el dolor amargo al recibir,
El golpe en mi vasija de barro,
Pero más grande fue el dolor,
Al ver que mi Alfarero estaba llorando,
Sí llorando, llorando al ver que yo,
Su obra, me había arruinado.
¿Cómo es posible? Me dijo,
¡Después que te había logrado!
¡Después que te había dado la forma
Que tanto había deseado!
¿Por qué, por qué mi vasija te caíste de mis manos?
¡Pero yo te grito ahora!
Ahora que estoy hecha mil pedazos,
Ahora que no se ven mis partículas
Rotas por el suelo del mundo y del pecado,
Yo te ruego Señor, no quiero que recojas
Ni juntes mis pedazos,
Hazme de nuevo Señor, hazme de nuevo.
Sostenme con tu diestra,
Con tu poderoso brazo,
Para que nunca más Alfarero mío,
Me caiga de tus manos.