¿Se ha preguntado alguna vez por qué razón Jesús regañó a sus discípulos cuando no quisieron dejar que los niños se acercaran a él? Medite en esta declaración para que pueda tener una vislumbre de lo que Jesús sentía por los niños:
“Al recoger los niños las flores silvestres que crecían tan abundantemente alrededor de ellos, y apretujarse para presentarle sus pequeños presentes, él (Jesús) los recibió con gusto les sonrió, y expresó su gozo al ver tanta variedad de flores.
Estos niños eran su herencia. Él sabía que había venido a rescatarlos del enemigo al morir en la cruz del Calvario. Les habló palabras que guardaron para siempre en sus corazones. Se deleitaron en pensar que el apreciaba sus dones y que les habló tan amorosamente.
Jesús miraba a los niños en sus juegos, y con frecuencia expresaba su aprobación cuando ganaban una victoria inocente sobre algo que estaban determinado a hacer. Les cantaba con palabras dulces y bendecidas. Ellos sabían que los amaba. Nunca los miró con el ceño fruncido. Compartía sus infantiles gozos y tristezas. Con frecuencia juntaba flores y después de señalar sus bellezas a los niños, se las dejaba como regalo. Él había hecho las flores, y se deleitaba en señalar su belleza”. (Sermons and Talks vol.2, 191)
Es triste saber que muchos niños son tratados en forma ruda en sus hogares. Si los padres fueran más pacientes y comprensivos posiblemente tendrían un trato más amigable y cariñoso para sus hijos. La próxima vez que vaya a dirigirse a sus hijos medite en la cita anterior y tome acciones para tratar a sus hijos como los trataría Jesús si estuviera con ellos.