Me encontraba realizando las tareas de limpieza en nuestro garaje cuando escuché el timbre del teléfono. Debo confesar que muchas llamadas que nos llegan no las contesto porque en su gran mayoría son para pedir donaciones, vender productos, o simplemente indagar de qué partido político somos y por quién votaremos en las próximas elecciones presidenciales. Como mi tiempo es muy valioso y por lo general quienes llamar insisten en conversar y preguntar lo que no deseamos responder, he optado por no recibir esas llamadas.
Sin embargo, hoy cuando me acerqué al teléfono para ver de quién era la llamada, noté que era de una institución de nuestra iglesia de manera que respondí de inmediato. La persona que estaba en la extensión se identificó y me preguntó si podía conversar con mi esposo. Le respondí que en ese momento no se encontraba disponible, pero me ofrecí para prestarle cualquier información que necesitara. Después de intercambiar información me di cuenta que ella estaba buscando a nuestro hijo Iván quien tiene el mismo nombre de mi esposo. Ella un poco confundida no podía entender si estábamos hablando de la misma persona o de dos con el mismo nombre.
Cuando todo quedó aclarado y le compartí la información de mi hijo, ella antes de despedirse me agradeció por la ayuda prestada y me pregunto: – “Quisiera tener una oración con usted, ¿tiene alguna petición especial?”.
- “Si, me gustaría que orara por un nietecito que tiene un poco de dificultad con sus estudios”.
Me preguntó el nombre del niño y de inmediato comenzó a orar. Mientras elevaba su oración al trono celestial, algo muy especial sucedió en mi corazón. La persona que oraba comenzó a expresar en su oración asuntos tan específicos tales como: “Dios no permitas que el niño sea discriminado, bendice los maestros que trabajan con él, si el niño necesita ayuda especial permite que haya personas que quieran ayudarlo, dales sabiduría, paciencia, bondad para tratarlo. Cuídalo de las malas influencias, ayúdalo en su rendimiento académico y cualquiera sea su problema suple lo que necesite”. Su oración continuó y en todo momento mencionaba asuntos muy personales del niño que nunca le dije.
Al terminar la oración yo estaba sorprendida y casi sin palabras. Solamente atiné a darle las gracias por su oración y a desearle ricas bendiciones. Busqué a mi esposo para comentarle lo que había sucedido y con una sonrisa en su rostro me dijo: “-Ese fue un ángel que te llamó para orar por el niño”. No cabe duda de que fue una oración muy especial, pero lo que me impulsa a compartir este incidente es que una semana después mi nuera me mostró una prueba escrita del niño con calificación perfecta. Le pregunté de cuándo era esa prueba y me contestó que era del viernes anterior; justo el día en que ese ángel llamó por teléfono y pidió al cielo bendición y ayuda para el niño. Mientras orábamos el niño estaba acompañado por ángeles.
Gracias Dios porque eres poderoso y la oración lo confirma una vez más.