Mucho se ha escrito sobre la comunicación como elemento indispensable para las buenas relaciones interpersonales. Esta gran verdad se hace más importante cuando se lleva al plano de la relación matrimonial. Muchas parejas que durante el noviazgo tuvieron una excelente comunicación, luego de llegar al matrimonio se han distanciado mucho y la comunicación eficiente ha desaparecido, o se ha tornado muy esporádica.
Uno de los elementos importantes en la comunicación a todo nivel es la capacidad de saber escuchar. Analicemos esto dentro de la relación matrimonial. Saber escuchar no es simplemente oír. El que dice que oye puede estar distraído con la televisión, la lectura o cualquier otra actividad que demuestre que aunque está oyendo no está realimente escuchando el mensaje que se le está compartiendo. La persona que sabe escuchar dejará todo lo que está haciendo para sentarse frente a la otra persona, y escuchar con atención lo que le está diciendo. El que sabe escuchar no es la persona que al mismo tiempo que le hablan está pensando en la respuesta que va a dar, es quien escucha tratando de comprender cuáles son los sentimiento del otro. Es quien trata de descubrir cuáles son las motivaciones que llevan a la persona a hablar de esa manera, o cuál es la situación real por la cual está pasando.
Un cónyuge que sabe escuchar es aquella persona que desea arreglar los conflictos. Quien sabe escuchar tiene más probabilidades de conocer al cónyuge mejor y dar respuestas con más sabiduría; y tendrá tiempo para reflexionar y pedir ayuda a Dios para no equivocarse y decir la palabra justa.
En un conflicto matrimonial cada persona es responsable por sus ideas, actitudes y reacciones. Por lo tanto debe existir la disposición de hacer todo lo posible para resolver los problemas por medio del amor y la consideración mutua.
El perdón y el olvido enseñado por Jesús son imprescindible para toda buena relación en el matrimonio. Ninguno de los cónyuges es perfecto, porque nadie es perfecto. Por eso el perdón muto trae una dulce reconciliación. El ejemplo divino es un perdón que borra el recuerdo y resalta la relación haciéndola más significativa cada día.