Al escuchar las estadísticas mundiales que se presentan con relación a la cantidad de divorcios no cabe duda que nos sentimos preocupados ante la triste realidad que las mismas demuestran. Cerca de un 20% de las personas que se separan llevan menos de cinco años casados y se afirma que a lo menos una de cada tres personas casadas se han divorciado una vez.
La pregunta que surge ante esta realidad es, ¿será que el matrimonio no es tan bueno como siempre se ha dicho? La verdad es que si una persona fracasa en su matrimonio, ¿por qué lo intenta una y otra vez? Creo que la respuesta a esta pregunta es porque el corazón del ser humano fue creado para amar y ser amado. Toda persona espera en algún momento de su vida encontrar a aleguien en quien pueda depositar su amor y a la misma vez ser amado.
La Biblia declara que fuimos creados para vivir en compañía y no en soledad. Dice Génesis 2: 18: “No es bueno que el hombre esté solo, le haré una ayuda idónea para él”. En el Jardín del Edén, Dios estableció tres instituciones que aún permanecen. Una de ellas fue el trabajo, la otra fue el sábado como día de reposo y adoración, y el matrimonio.
Dios en su gran sabiduría tuvo razones muy específicas para crear esa primera pareja. Adán y Eva salieron de las manos del Creador como una obra perfecta y pudieron comprender que el Señor les había unido primeramente para satisfacer una necesidad humana de compañía. Dios quería que ellos se ayudaran uno al otro, que esa cercanía les produjera felicidad y mediante sus demostraciones de amor pudieran dar continuidad a la raza humana. En la mente de Dios esta pareja debían vivir unidos para nunca separarse. Pero el pecado arruinó todo ese plan divino y hoy vemos con tristeza la forma como la institución del matrimonio cada vez está más y más distante de lo que fuera el plan original de Dios.
Tal vez sería bueno que las personas que ya están casadas se hagan la siguiente pregunta: ¿usted por qué se casó? Seguramente hay infinidad de respuestas a esa pregunta. Algunos podrían decir que se unieron en matrimonio por temor a la soledad, por conveniencia, porque tal vez vivían en un hogar con padres muy controladores, o de pronto se vieron forzados a casarse por un embarazo como resultado de la actividad sexual fuera del matrimonio. No importa cual haya sido la razón por la cual usted se casó ya está unido en matrimonio a una persona y esa unión debe ser cuidada y bien atendida como lo requiere el voto matrimonio que ambos hicieron.
Sin embargo, no debemos olvidar que la decisión de casarse requiere que los esposos consideren la gran responsabilidad que la vida de casados implica. Es una decisión que te compromete a entender que debes amar porque también serás amado. Debes brindarle compañía y apoyo al ser amado, debes valorarle y brindarle seguridad en la relación porque eso mismo deberá hacer tu cónyuge contigo. Por lo tanto si cuando te casaste fuiste al matrimonio con un ideal, pero ahora encuentras que vives una realidad que no concuerda con tu ideal debes tener mucho cuidado de no escoger la opción del rechazo y la desilución. Más bien deben ambos trabajar por la felicidad que desean aunque reconozcan que existen elementos que pueden perturbarla. El grado de compromiso que ambos tengan uno para con el otro hará que la relación evolucione en amor y que perdure.
Matrimonios sólidos Es interesante notar que los matrimonios sólidos que lograr superar muchas de las diferencias y cr isis que se presentan son aquellos donde los cónyuges conocen sus debilidades y fortalezas. Ambos, tanto el esposo como la esposa, han comprendido que son responsables de la felicidad del otro y entienden que deben hacer todo lo posible por producir esa felicidad que su pareja desea y espera. Esto los lleva a conocerse objetivamente y a saber lo que cada uno puede esperar del otro de manera que se establecen acuerdos entre ambos para hacer madurar la relación haciéndola sólida y estable.
Principios Bíblicos para un matrimonio feliz Dios en su Palabra dejó instrucciones muy claras a la primera pareja allá en el Jardín del Edén para que su matrimonio pudiera ser feliz. Las mismas se encuentran registradas en Génesis 2:24: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.
Esta sencilla, pero muy importante declaración contiene elementos valiosos que todos los que se van unir en matrimonio deben considerar al igual que aquellos que ya están casados. Vamos a hacer un análisis sencillo de lo que la declaración contiene.
1. El principio de separación – “por tanto dejará”; esta expresión es muy interesante porque enfatiza la importancia de que una pareja abandone, corte, y se separe de su núcleo familiar primario, o sea de su familia para que se una a su esposa y ambos puedan dar inicio a un nuevo hogar. La nueva pareja debe estar toalmente libre de cualquier atadura que les impida desarrollar una relación íntima emocional y sexualmente. Existe un grave peligro que puede amenazar la felicidad de la nueva pareja cuando la familia de cualquier ade ambos se mantiene metida en el vínculo matrimonial . La nueva pareja necesita tener la libertad de conducir su matrimonio a su manera y así poder desarrollar su identidad. Esto por supuesto no quiere decir que el consejo y el compartir con la familia de origen queda totalmente prohibido. Ni mucho menos da la idea de que los que se casan se olvidan completamente de sus padres, pero el nuevo hogar debe establecerse por separado y con sus propios patrones.
2. El principio de unidad – “se unirá a su mujer”; quiere decir que ambos esposos deben estar siempre unidos. El sentido de la declaración en su original da la idea de estar atados fuertemente, como la piel a los huesos. En ningún momento esto significa que la identidad de ambos debe fusionarse o perderse en la del otro. Simplemente indica que en esa atadura una tercera persona no tiene espacio. Solamente Dios puede entrar en medio de los esposos, todas las demás personas o relaciones deben pasar a un segundo plano. El descuido en este punto ha traído mucha desgracia a infinidad de matrimonios porque un amigo, familiar o persona ajea ha entrado tanto en la relación que ha llegado a producir sepáración.
3. El principio de la intimidad – “serán una sola carne”; aparece en la Biblia unas tres veces (Gen.2:24; Mateo 19:5,6; Efesios 6:31) denotando siempre que se relaciona a la parte de la sexualidad en la pareja. Dios nos creó como seres sexuados (Gen. 1: 27,28) dándonos la bendición de poder procrear como resultado de la actividad sexual en la pareja. La sexualidad en el matrimonio debe estar representada por la entrega física y psicológica de ambas personas donde el amor incondicional y la pasión se fusionen. Debe ser una actividad que se practique no como un castigo o simple deber, sino como el producto del amor que ambos sienten. Dios desea que ambos puedan disfrutar a plenitud de su sexualidad dentro de los parámetros del respeto, de la entrega total y de la satisfacción mutua. La relación sexual tiene que ser algo más que un impulso para satisfacer una neceidad física que todo ser humano tiene en mayor o menor grado, debe ser la demostración tierna de nuestros sentimientos hacia el ser que amamos.
4. El principio de permanencia – “lo que Dios juntó no lo separe el hombre” (Mateo 19:6) La unión matrimonial fue diseñada por Dios para durar toda la vida. Lamentablemente los resultados del pecado han hecho estragos en la vida de las personas y por consiguiente al unirse en matrimonio muchos llevan sus conceptos, patrones e ideas a la relación y si éstos no son aceptados, entendidos o soportados por la otra persona terminan deteriorando la relación y acabándola. Sin embargo, Dios desea que los matrimonios aprendan a aceptarse y a trabajar con respeto sus diferencias y sus desacuerdos. Dios no le pide a nadie que permanezca en una relación donde su seguridad e integridad física puede verse en peligro, pero tampoco espera que se tome a la ligera la decisión de terminar una relación que tal vez con un poco de comprensión y esfuerzo puede llegar a mejorarse.
Si los que están casados aplican estos principios a su relación matrimonial y se comprometen a trabajar por la solidez y la felicidad de ambos estoy segura que Dios estará con ellos para ayudarles si ambos lo desean. El Salmo 127:1 declara: “Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Cuando Dios es el centro del hogar todo encuentra solución. Consulte con Dios aquellas inquietudes o problemas que usted pueda tener en su matrimonio. Recuerde que fue Él quien lo inventó y diseñó por lo tanto ¿quién mejor que Él para ayudarle?
Evelyn O. -MA Relaciones Familiares