Las perlas son el producto del dolor; el resultado de la entrada de una sustancia extraña como un parásito o un grano de arena en el interior de la ostra.
Las ostras tienen una sustancia brillante llamada nácar. Cuando ingresa un grano de arena, las células de nácar comienzan a cubrirlo con capas y más capas, para proteger a la ostra. Como resultado, se forma la perla.
Una ostra que no fue herida no puede producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada. ¿Te traición la persona menos pensabas? ¿Rechazaron o mal interpretaron tu propuesta? ¿Fuiste acusada de decir lo que nunca dijiste? ¿Padeces alguna enfermedad? ¿Te sientes sola? Entonces, ¡produce una perla! Cubre tus heridas con varias capas de amor, paciencia y aceptación.
Pocas personas asumen una actitud positiva. La mayoría cultiva el resentimiento, alimentando sentimientos negativos que impiden la cicatrización. Por eso a diario vemos tantas ostras vacías, aquellos que no han sido capaces de perdonar y transformar su dolor en amor.
Antes que llevarnos a la depresión, el dolor debiera vigorizarnos y ennoblecernos. No podemos escapar del sufrimiento sin embargo, siempre estará a nuestro alcance la gracia de Dios que nos imparte consuelo, paz, fortaleza, paciencia, resignación y esperanza.
Dios es nuestro refugio en tiempos de aflicción. Jesús nos invita diciendo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” Mateo 11:28