1. Lectura Bíblica: 1 Samuel 2:11
2. Oración
Parte I. Una oración contestada
Las condiciones en el hogar del cual hablaremos en esta mañana bien podrían compararse a las de cualquier hogar de los aquí presentes; tan sólo con algunas excepciones. Me refiero al hogar de Elcana y Ana cuya historia se encuentra registrada en el libro de 1ra. Samuel capítulos 1 y 2. Esta pareja estaba formada por un hombro rico, de gran influencia y temeroso de Dios. Su esposa era una mujer cristiana, de carácter amable y de buenos modales. La felicidad de la pareja se veía afectada porque Dios no les había dado un hijo. Esto llevó a Elcana a buscar una segunda esposa con la cual tenía varios hijos, pero como consecuencia de esa mala decisión llenó de dolor y tristeza el ambiente de su hogar y la vida de Ana ya que esta segunda esposa llamada Penina era una mujer celosa y muy orgullosa.
Cada año cuando Elcana y su familia asistían a las fiestas que se celebraban en el tabernáculo, la tristeza de Ana se tornaba aún mayor, porque Penina aprovechaba toda oportunidad para burlarse de ella. Tal era la magnitud del sufrimiento de Ana que hasta el apetito se le quitaba y lloraba mucho. Un día no pudiendo soportar más la situación, mientras su esposo estaba ocupado en otros menesteres, Ana se fue al templo para presentar delante de Dios su problema. ¡Si tan sólo Dios le diera un hijo! sería suficiente para calmar su tristeza. Por eso, con todo fervor se arrodilló para compartir con Dios su sufrimiento y pedirle ese hijo que fuera un regalo divino prometiendo cuidarlo y educarlo para el servicio del Señor.
¿Cuántas madres de las que están presentes esta mañana han hecho un pedido al Señor como el de Ana? Para las madres nosotros los hijos debiéramos ser considerados como un regalo del cielo. La responsabilidad de ustedes al educarnos y prepararnos para el servicio de Dios es igual a la que Ana reconoció que tenía delante del Señor Por eso desde lo más profundo de su corazón esta noble mujer rogó a Dios que le concediera su petición prometiendo que le dedicaría su hijo desde su nacimiento.
No mucho tiempo después de aquella visita al templo Ana recibió el regalo que había pedido con tanto fervor y tuvo un niño al cual llamó Samuel que significa “demandado de Dios”. Ahora con ese niño en sus brazos la vida era diferente para ella. La felicidad llenó su vida y mientras cuidaba de su hijito sentía mucha gratitud a Dios por haberle contestado su oración. Ella nunca olvidó la promesa que le había hecho al Señor de devolverle el niño, por lo tanto aprovechó cada instante de la vida del niño para prepararlo de manera que cumpliera el trabajo de Dios.
Parte II – La responsabilidad de los padres
Ana estaba consciente de que debía cumplir la promesa y comenzó a trabajar con pequeño a fin de prepararlo para que le sirviera al Señor. Desde muy tierna edad el niño reconoció que era un siervo de Dios porque su madre dirigió sus pensamientos al Señor desde que el pequeño tuvo uso de razón. ¡Con cuánta dedicación y ternura Ana tomaría a Samuel en sus brazos y sentándose cómodamente le hablaría del gran amor de Dios! Posiblemente le repetía lo mucho que ella lo amaba pero luego le enseñaba que Dios lo amaba aún más que ella de manera que Samuel fue creciendo con la seguridad de ese amor y cuidado protector del Señor.Los niños de hoy necesitamos que las madres modernas, al igual que Ana nos tomen en sus brazos y nos enseñen del gran amor de Dios. Es necesario que recibamos de ustedes la educación que nos prepare para servirle al Señor con gozo.
La mamá de Samuel no solamente atendió sus necesidades físicas sino que siempre se preocupó por dirigir los pensamientos del niño a las cosas espirituales. Hoy día es muy común encontrar padres que están más preocupados por satisfacer las necesidades físicas y materiales de los hijos y dejan a un lado las cosas espirituales. Aunque a los niños nos gustan los juguetes, la ropa y los dulces es muy importante que nuestros padres recuerden que esas cosas materiales carecen de importancia y valor cuando se comparan con los grandes valores espirituales que deben formar en nosotros. ¿De qué nos sirve tener los juguetes que pudiéramos desear o una provisión de buena ropa para cada ocasión, si no tenemos el amor y el respeto a Dios como prioridad en nuestra vida?
Ningún niño nace con inclinaciones espirituales. Bien lo dice David en el Salmo 51: 5: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. Todos los niños necesitamos ser enseñados y guiados por el camino de la verdad de manera que al igual que Samuel aprendamos a amar a Dios y a cumplir Su voluntad. Ese trabajo le correspondió a Ana y ella cumplió la tarea aprovechando cada momento.
¿Que podrían hacer los padres para prepararnos de manera que lleguemos a ser niños de valores espirituales, útiles para el servicio del Señor? Mencionaré algunos consejos que le fueron revelados a la sierva del Señor y que serán motivo de nuestra reflexión:
1. Los padres deben orar por sus hijos – Ana era una mujer de oración. No solamente oró al Señor pidiendo un niño, sino que durante toda la vida continuó orando por ese niño. Sus oraciones nunca faltaron y mientras el pequeño Samuel crecía la gracia y la dirección de Dios siempre lo acompañaron porque las oraciones de su madre diariamente subían al cielo suplicando sabiduría para criar su hijo y esperando el cuidado de la Divina Providencia.
2. Los padres deben confiar en la dirección divina – Cuando los padres confían en Dios no tienen nada que temer. Si buscamos en nuestras Biblias encontraremos cuál era el gran temor que posiblemente Ana y su esposo podrían sentir cuando pensaban que tendrían que separarse del niño. En 1 Samuel 2:12 dice: “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová”. Si ustedes hubiesen sido los padres de Samuel, ¿lo habrían dejado en el templo sabiendo que allí había malas influencias? Es posible que algunos padres dudaran al tomar una decisión tal porque ustedes tratan de librarnos de las situaciones que pudieran ser peligrosas para nosotros los niños. Sin embargo, aunque Ana estaba consciente de que los hijos del sacerdote Elí no eran buenos hombres, ella se preocupó por enseñar a Samuel todo lo necesario para que aprendiera a tomar decisiones en favor del bien y confío en Dios quien ayudaría al niño en los momentos difíciles.
Los padres deben enseñarnos con amor a mantenernos fieles y obedientes aún estando cerca de otros niños que se comporten incorrectamente. La relación de amor que Ana tenía con su hijo fue el secreto del éxito. No me imagino a Ana castigando, gritando o maltratando a Samuel. Cuando fue necesario corregirlo porque su conducta no era buena seguramente lo hizo con amor recordándole que Dios lo estaba mirando con tristeza. Cuando llegó el momento de probar el carácter de Samuel dice la sierva del Señor que: “Los hijos de Elí no temían a Dios ni honraban a sus padres; pero Samuel no buscaba la compañía de ellos, ni tampoco seguía sus malos caminos”. En realidad los esfuerzos y la confianza de Ana fueron recompensadas por Dios, porque Samuel no copió lo malo y se mantuvo fiel.
3. Los padres deben formar el carácter de sus hijos – Hoy cuando el mundo que nos rodea influye tanto sobre nosotros los niños necesitamos padres que nos ayuden en la formación de un carácter noble y puro. La moda, la televisión y las prácticas malas están frente a nuestros ojos constantemente. Por otro lado muchos de nuestros padres están demasiado ocupados con sus trabajos que no disponen de tiempo para estar con nosotros. No queremos decirles que esto no es bueno, pero lo que más necesitamos son padres que estén dispuestos a pasar más tiempo con nosotros aunque ello represente que tengamos que vivir de manera más sencilla y humilde. Si ustedes no están a nuestro lado para ayudarnos en la formación del carácter y para refrenar todo aquello que no sea bueno para nosotros estaremos expuestos a las malas influencias y sin quererlo nos veremos envueltos en el pecado. Los padres de Samuel y en particular su madre, quien fue la persona que más tiempo estuvo a su lado le enseñó a ser bondadoso, obediente y respetuoso. Eso hizo que el sacerdote Elí y las personas que se relacionaron con Samuel lo llegaron a querer y a respetar desde pequeño.
4. Los padres deben enseñarnos el amor al trabajo y el servicio – Es difícil imaginar cómo sería la vida de Samuel en el templo desde tan temprana edad. Un niño de escasamente tres años no es mucho lo que puede hacer en un templo, pero estamos seguros que el sacerdote Elí encontró en este niño buenas cualidades de manera que se propuso continuar la labor educativa y de servicio que su madre había comenzado en el hogar. Al principio los trabajos que el pequeño Samuel realizaba eran de acuerdo a su edad y a medida que fue creciendo también fueron creciendo sus responsabilidades. Cuando a un niño se le dan pequeñas tareas y con paciencia se le enseña a cumplirlas se estará formando el amor al trabajo y el sentido de responsabilidad. Estamos seguros que Samuel no comprendía el beneficio que la dedicación al trabajo representaba, pero cuando llegó a ser un adulto pudo entender que el éxito de su vida en gran medida se debió a que desde pequeño aprendió de su madre y del sacerdote Elí que todo trabajo hecho para Dios con amor y dedicación es siempre bien recompensado.
5. Los padres deben enseñarnos a servir a Dios – Cuando el pewqueño Samuel fue llevado al templo por su madre dice la Biblia en 1 Samuel 1: 24 que era tan sólo un niño. Leamos el versículo para tener una idea más clara de lo que estamos hablando. “Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, una efa de harina y una vasija de vino y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño”. En este versículo hay algunos detalles que vale la pena destacar.
A. Samuel permaneció con su madre hasta que fue destetado – Era costumbre en Israel que un niño fuera amamantado hasta los tres años, de manera que aunque la Biblia no declara la edad exacta cuando Samuel fue separado de su madre seguramente sería a esa edad. Los primeros años de la vida de un niño son muy importantes y hoy yo quiero hablar a los padres presentes para suplicarles que no nos abandonen a tan temprana edad. Mientras más tiempo estemos al lado de ustedes durante nuestros primeros años de vida, mejor será nuestro crecimiento espiritual. Es al lado de ustedes donde debemos aprender a dar nuestros primeros pasos en la experiencia cristiana porque es mediante la relación con nuestros padres como aprendemos a conocer a Dios.
B. Una segunda enseñanza de este versículo nos demuestra que los padres fueron con el niño al templo y llevaron una ofrenda- Si nuestros padres nos traen a la iglesia aprenderemos a amar la iglesia, pero si por el contrario los padres son apáticos a las cosas espirituales, la iglesia no será el lugar de nuestra preferencia. Cuando un niño es llevado a la casa de Dios para enseñarle lo que ese lugar representa irá creciendo con un profundo respeto por las cosas espirituales. El ejemplo que nuestros padres nos dan es muy importante para nuestra formación porque los niños aprendemos por la imitación. Los padres de Samuel no solamente lo llevaron al templo, sino que cumplieron con los requisitos que estaban establecidos y llevaron su ofrenda de acuerdo a sus posibilidades. Cuando nosotros vemos a nuestros padres cumpliendo con lo que el Señor les pide, esas enseñanzas quedan en nuestra mente y nunca las olvidaremos. La ofrenda que traemos al Señor representa nuestra muestra de gratitud por los favores concedidos que provienen de Dios. Los padres de Samuel estaban agradecidos por su hijo y lo demostraron. ¿Cómo muestran ustedes su agradecimiento de manera que sus hijos también comprendan que son valiosos para ustedes?
Parte III – Los niños de hoy llamados a servir
Nosotros los niños de esta generación al igual que Samuel podemos realizar pequeñas y grandes tareas para Dios. Para ello necesitamos aprender a cumplir con ciertas responsabilidades que pudieran parecer sencillas pero que irán formando nuestro carácter y determinarán nuestro espacio en la familia del Señor. Cuando Samuel fue dejado en el templo, el sacerdote Elí cumplió una función muy importante; él estaba consciente de que ese niño le pertenecía a Dios, había sido dedicado por sus padres y ahora cuando era traído para ministrar en el templo comenzaba su intervención como líder espiritual. Muchos de nosotros hemos nacido en esta iglesia y fuimos al igual que Samuel presentado por nuestros padres al Señor. Ellos nos consagraron y esperan que podamos crecer en nuestra relación con Jesús. Aunque la formación que recibimos en el hogar es fundamental para nuestra experiencia cristiana la iglesia también cumple una función muy específica. ¿Se imaginan qué hubiera sido de Samuel si Elí no le hubiera permitido aprender a su lado? Recordemos que el sacerdote era un hombre ya adulto y por lo general las personas muy adultas no tienen mucha paciencia con los niños y menos con aquellos que son tan pequeños, pero en el caso de Elí no fue así. El estuvo dispuesto a cumplir con su parte formadora y gracias a ello Samuel llegó a ser el profeta más amado y respetado de su tiempo porque se le dio la oportunidad de aprender lo que de él se requería.
Es posible que algunos de los que me escuchan se estén preguntando en qué los niños de esta iglesia podemos trabajar y sentirnos útiles para el Señor. Quiero decirles que los niños podemos hacer más trabajos de los que ustedes se imaginan. Algunos de esos trabajos podrían ser:
Salir con los hermanos a visitar los hermanos de nuestra iglesia que ya no pueden asistir al culto. Nos gustaría cantar para ellos, leerles la Biblia, orar con ellos y demostrarles amor escribiéndoles cartas o mensajes de amor.
También podemos salir con los adultos a repartir literatura. Nos gusta caminar y conocer a las personas, por lo tanto podríamos formar grupos de niños que salgamos una vez a la semana para repartir literatura.
Otro trabajo misionero que podemos realizar para Jesús es establecer pequeños grupos de niños donde juntos estudiemos lecciones bíblicas. Hay tantos niños que no conocen a Jesús y nosotros con los adultos podemos trabajar por ellos para que aprendan a amarle.
A todos los niños nos gustan las historias por lo tanto podemos crear un programa un sábado en la tarde donde leamos historias de la Biblia a otros niños y luego les enseñemos coritos que hablen de Jesús.
En el templo podemos ayudar a recolectar las ofrendas, repartir los boletines de anuncios, saludar a las visitas, participar en los cultos leyendo la Biblia o cantando.
IV. Momento de Reflexión:
Es muy apropiada esta ocasión para que junto a nuestros padres consagremos nuestras vidas al Señor pidiéndole que nos ayude a convertirnos en los pequeños ayudantes del Señor. Muy pronto Jesús a buscar a su pueblo. Ese día será una ocasión muy especial, para todos. Habrá una gran celebración. El Apocalipsis la llama la cena de las bodas del Cordero. A los niños nos gustan las fiestas, por eso no queremos faltar a esa gran fiesta en el cielo. Mientras se hacen los preparativos para tan grande acontecimiento necesitamos crecer en nuestra experiencia con Jesús. ¿Cuántos padres desean unirse a nosotros y ayudarnos a crecer en la fe? (Espere la respuesta de la iglesia. Solicite al pastor o a un anciano de la iglesia que pronuncie una oración de consagración).