Mientras leía un artículo sobre los últimos acontecimientos en la vida de Jesús antes de la crucifixión una declaración saltó a mi vista y me hizo reflexionar. “Así, Jesús se levantó de la cena, se quitó su manto, y tomando una toalla, se ciñó con ella” (Juan 13:4). Para las personas que como yo son visuales y en nuestra mente nos hacemos  de inmediato un cuadro de lo que leemos u oímos podemos imaginarnos a Jesús junto a sus discípulos aquel jueves de noche tomando una toalla para hacer algo que jamás sus discípulos hubieran hecho; lavarles los pies.

Este acto tan sencillo tenía involucrado muchos asuntos que para un judío no eran fáciles de aceptar. Primeramente era un trabajo que solamente lo realizada un esclavo extranjero, pero NUNCA  un esclavo judío por lo degradante que se consideraba. ¿Por qué Jesús tomó la iniciativa de hacerlo? Él tenía el propósito de darles a sus discípulos una lección de humildad y por la respuesta de Pedro parecía que la lección era muy difícil de entender. En esa reunión no había un esclavo presente de manera que lo más lógico era que uno de los discípulos se hubiera ofrecido para realizar el acto, pero ninguno quiso hacerlo porque no consideraban que era tarea estaba a la altura de su posición como discípulos del Maestro.

Una vez más me convenzo de que el concepto de ser un siervo es difícil de internalizarse en la vida de los seres humanos. ¿De qué se trata todo esto de ser un siervo y del servicio a los demás? La gran verdad es que aquellos que hemos decidido seguir al Señor y obedecer su Palabra estamos llamados a ejercer un ministerio de servicio para con los demás. Si hubiéramos entendido el mensaje de Jesús a sus discípulos en aquella ocasión hoy día no seríamos tan mezquinos y reacios a servir cuando es necesario. Estaríamos siempre dispuestos a ayudar con cariño, generosidad y mostrando la buena disposición que nos motiva en lugar de dar evasivas o excusas. No nos molestaría poner nuestros intereses a un lado para hacer lo que Dios nos pide y en ningún momento pensaríamos que estamos rebajándonos de posición al “arrodillarnos para servirle a otros”.

Déjame Lavarte Los Pies
¿Le has lavado los pies a alguna persona? Cuando mis niños eran pequeños y llegaba la hora del baño siempre le quitaba primero los zapatos y las medias con idea de que sus inquietos piececitos se refrescaran antes de quitarles el resto de la ropa y entrarlos al agua. Ya los niños sabían que al quitarles las medias yo les tomaba los piecitos y hacía un gesto con mi cara diciéndoles que esos piececitos olían feo. Luego les quitaba las motitas que se acumulan entre los deditos y ellos se reían por la cosquilla que les producía. Lavarle los pies a un bebé no es desagradable, pero hacerlo con alguien que tiene los pies enfermos o que emiten un olor fuerte no creo que sea muy placentero.
Sin embargo, siendo esta tarea de poco agrado Jesús la realizó para darnos ejemplo.

Recordemos que quien lavó esos pies en aquella ocasión era nada menos que el Hijo de Dios, un ser divino, y mientras lo hizo estaba consciente de su divinidad pero siguió adelante con la tarea porque nos quería enseñar que debemos abandonar nuestro orgullo y servir a otros con amor como él lo hizo.

El relato bíblico dice que Jesús “se quitó el manto”. Este acto posiblemente lo realizó para quitarse lo que le estorbaba. Considero que una buena reflexión sobre este punto nos podría conducir a identificar todo aquello que tenemos que quitarnos para poder prestar un servicio aceptable y de corazón. Para Jesús fue despojarse de su manto, tal vez una de las pocas posesiones terrenales que tenía, pero el ponerlo a un lado no representó ninguna pérdida porque tenía algo que hacer para que nosotros lo aprendiéramos. ¿Qué cosas tenemos que quitarnos? ¿El orgullo, la suficiencia, los prejuicios, las rencillas, bajarnos de la posición de autoridad que tenemos?  Richard Foster  comentando en su libro Celebración de la Disciplina dice que la disciplina espiritual de autoridad de Jesús no se encontraba en su posición, o en un título, pero sí en la toalla. Por eso cuando Pedro quiso negarse, Jesús le contestó que era necesario que él le lavara los pies si quería tener parte en su reino. Foster añade la siguiente declaración: “Así como la cruz es el símbolo de sumisión, la toalla es el símbolo del servicio.

Servir a los demás debe ser nuestro gran privilegio. Jesús el Creador, se humilló hasta lo sumo para darnos su ejemplo. Nunca estuvo demasiado ocupado como para no poder ayudar a cualquier persona que se le acercaba con un pedido. Algunos de los que fueron bendecidos por su servicio no le dieron el reconocimiento que se merecía, pero de igual forma nunca los privó de su ayuda. Ahora Jesús no está ya más con nosotros aunque sabemos que muy pronto vendrá a buscarnos. Su regreso será triunfal y podremos verlo vestido con sus ropas reales viniendo en gloria y majestad. Vendrá a buscar sus siervos fieles que han seguido su ejemplo acá en la tierra. Mientras ese gran acontecimiento llega, tú y yo somos llamados a servir, sin condición, de corazón y con alegría. Esa tarea nos la dejó Jesús, pero necesitamos “tomar la toalla y ceñirnos. ¿Quieres hacerlo?

Que Dios te bendiga