Había una vez un agricultor que cierta noche fría de invierno oyó un golpeteo irregular contra la puerta. Fue hacia una ventana y vio cómo varios pequeños gorriones atraídos por el evidente calor que había dentro de la casa, se golpeaban contra el vidrio de la puerta.
Conmovido, el agricultor se abrigó bien y cruzó el patio cubierto de nieve para abrir la puerta del granero para que los pobres pájaros pudieran entrar. Prendió las luces y echó algo de heno en un rincón. Pero los gorriones, que se habían dispersado en todas direcciones cuando él salió de la casa, se ocultaban en la oscuridad, temerosos.
El hombre intentó varias cosas para hacerlos entrar en el granero. Hizo un caminito de migas de pan para guiarlos. Dio vuelta por detrás de donde estaban los pájaros para ver si los podía espantar en dirección al granero. Nada dio el Resultado esperado. Él, una enorme criatura extraña, los aterrorizaba; los pájaros no podían entender que él estaba tratando de ayudarles.
El hombre de campo se retiró a su casa y observó a los condenados gorriones a través de su ventana. Mientras los observaba, un pensamiento le llegó de repente: “¡Si tan sólo pudiera convertirme en un pájaro, ser uno de ellos por un momento! Entonces no los asustaría. Les podría mostrar el rumbo hacia el calor y la seguridad.”
Y casi al mismo tiempo, otro pensamiento le golpeó con gran fuerza. Entendió la razón por la que Jesús había nacido.
Ahora es tu turno, ya tienes la condición de ser humano, continúa la obra que Jesús comenzó y muéstrales a otros el rumbo correcto, el calor y la seguridad que sólo el Padre celestial puede dar.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16