Mi amiga Jeri puso las útlimas cosas en una caja. Este era el día de la mudanza y no se veía contenta. La casa no tenía nada de malo, excepto que estaba “al otro lado del pueblo”. Sus amigos le habían dicho que siempre le pusiera seguro a sus puertas. Esto era algo que nunca había tenido que hacer antes.
El día de la mudanza, a los ayudantes se les tuvo que decir que cerraran las puerta entre carga y carga (hasta que trajeran la última), pero hubo alguien que olvidó poner seguro a la puerta. Entraron con mucha cautela, sólo para descubrir que alguien había invadido la casa en breve espacio de tiempo.
El invasor había dejado una tarjeta. En la mesa de la cocina había una jarra de café recién hecho. También habían un pastel de chocolate, y una olla de frijoles y carne con todo lo necesario para una “comida de bienvenida a nuestro vecindario·.
Doris Hier