Una tarde un caballero llegó a su hogar del trabajo y encontró la casa echa un desastre. Sus tres niños estaban en patio jugando con barro y todavía tenían sus pijamas puestas. Tenían la parte delantera de la casa llena de cajas de cartón vacías amarradas por todo el patio. La puerta del carro de su esposa estaba de par en par. Siguió hacia la entrada y encontró un desorden aún mayor. Una lámpara se había roto y la alfombra del centro estaba enrollada hacia un extremo de la pared.
En el salón principal la televisión estaba a todo volumen, y había juguetes por todas partes junto con piezas de ropa tiradas. En la cocina, el lavaplatos estaba lleno y había comida del desayuno sobre el mesón. En el piso había comida de perro tirada, un vaso de cristal roto debajo de la mesa, y un montón de arena regada en la entrada de la puerta trasera. El hombro corrió escaleras arriba para buscar a su esposa, mientras tropezaba con la pila de juguetes y ropa que encontraba a su paso.
Al ver todo el desastre que había en la casa tuvo la preocupación de que algo grave le había sucedido a su esposa. Al abrir la puerta del cuarto matrimonial consiguió a su esposa envuelta en la cobija, todavía con las pijamas puestas, leyendo una novela. Ella quitó su vista del libro y le sonrió a su esposo amablemente mientras le preguntaba cómo había pasado el día. El mirándola con asombro le preguntó: ¿qué pasó aquí hoy que todo está tan desordenado? Ella le sonrió nuevamente y le respondió: “Sabes, cada día cuando llegas del trabajo siempre me preguntas: ¿y qué has hecho todo el día?
“Sí”, respondió el hombre un tanto incrédulo.
Entonces ella le contestó, “Bien, pues hoy no he hecho nada, por eso todo está como lo has encontrado”.
Si de pronto en tu casa no aprecian lo que haces tal vez una buena idea sea quedarte en la cama un día entero leyendo y descansando para que tu familia pueda notar lo mucho que haces y que lamentablemente otros no ven ni aprecian. ¿Qué piensas de esta idea?