Con motivo de la Navidad fui de compras buscando cuales serían los regalos que necesitaba adquirir para mis seres queridos. Buscaba algo diferente este año.
Un regalo que al recibirlo les causara alegría, satisfacción y que pudieran utilizar por toda su vida. Finalmente, después de varios días de estar buscando vi un letrero que decía “La tienda del cielo”, me fui acercando y la puerta se fue abriendo. Cuando me di cuenta ya estaba adentro.
Me recibió un ángel dándome una canasta y me dijo “compra con cuidado”, todo lo que un cristiano necesita, estaba en aquella tienda.
Y agregó el ángel: “lo que no puedas llevar ahora, lo podrás llevar después”. Primero compré paciencia, también el amor, estaba en la última estantería, más abajo estaba el gozo, para estar siempre alegre.
Compre dos cajas de paz para mantenerme tranquilo y dos bolsas repletas de fe para los retos de próximo año. Recordé que necesitaba mostrar benignidad, bondad y mansedumbre con mis semejantes; así mismo, no podía olvidarme la templanza necesaria para controlar mi temperamento en todo momento de modo que compre una de cada una.
Llegué por fin a la salida y le pregunté al ángel: “¿Cuánto le debo?”. Él me sonrió y me respondió: “Hijo Mío, ¡JESÚS pagó tu deuda hace mucho tiempo!”
Hijo, tú eres la tienda y puedes abrirla todos los días, el ángel soy Yo, el Espíritu Divino que mora dentro de ti, y los regalos son el fruto del Espíritu. Antes que despiertes de tu sueño quiero compartirte el verdadero sentido de la Navidad.
Escucha con cuidado. Estos regalos son especiales para esta ocasión, pero si los abres durante todo el año, te producirán gran gozo a ti y a los que se los compartas.
Más importante aún. Te has dado cuenta que tu hijo (a) hace más caso de lo que le enseñas con el ejemplo de que lo que le dices que haga. Bueno, si tú empiezas a abrir estos regalos durante todo el año, él (ella) te va empezar a imitar y así sus hijos y los hijos de sus hijos. Cuando despiertes, ¡comparte este sueño con todas las personas que puedas!