Nota: Cuando leí este escrito sentí que debía compartirlo con todos ustedes. Su contenido es excelente y si lo aplicamos con honestidad a nuestra vida personal creo que seremos muy beneficiadas.
Nunca olvidaré esa tarde de impotencia cuando una de mis hijas, abriendo el cuaderno, me pidió que la ayudara a resolver un problema de matemática…
Reconocer nuestras limitaciones como padres nos hace ser honestos ante nuestros hijos y nos permite mostrarles que, ante la incapacidad, Dios nos bendice, ayuda e ilumina. En ese momento, Dios no me dictó al oído la solución del problema, pero sí me iluminó para saber dónde encontrar la respuesta, buscar alternativas y ayudar a mi hija para que “ese problema” no se convirtiera en “otros problemas”, a causa de gritos, reproches o críticas. Tuve que pedirle perdón muchas veces por ese día, y ese incidente me duele profundamente hasta hoy. En ese momento no era mi hija la que no sabía, sino yo que no nací para las ciencias matemáticas y no podía ayudarla.
No nos avergoncemos de no saberlo todo, sino desarrollemos con esfuerzo y oración los dones que Dios nos ha dado, y con ello estaremos contribuyendo a generar en nuestros hijos interés por sus propias habilidades y la decisión de ponerlas al servicio del Señor.
Oramos mucho y muchas veces con mis hijas, entendiendo que cada una de nosotras ha nacido con una vocación y atracción muy especial que solo en las manos de Dios puede tomar forma para servir a otros. El Señor dijo que en nuestra debilidad está su oportunidad, y que es suficiente su gracia para hacerla efectiva. Es justamente esa gracia divina la que nos permite saber para qué hemos sido llamados y entender nuestra misión.
Las madres debemos ayudar a nuestros hijos a equipar el taller de su vida con las herramientas básicas para descubrir sus habilidades y permitirles que, en un ambiente de amor, calma y aceptación, desarrollen sus talentos y sean útiles a su familia, a la sociedad y a Dios.
Amiga, podemos dejar pasar la oportunidad de ayudar a nuestros hijos a descubrir sus habilidades, su vocación o su capacidad de servicio, pero no por eso nos desligamos de la responsabilidad que nos compete. Tanto lo que se hizo como lo que se dejó de hacer tendrá importancia, porque de eso depende, en gran parte, el carácter.
María del Pilar Calle de Hengen, Uruguay
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2014
Por: Pilar Calle de Hengen