“Aclamad con júbilo al SEÑOR, toda la tierra.
Servid al SEÑOR con alegría; venid ante Él con cánticos de júbilo.
Sabed que Él, el SEÑOR, es Dios,
Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos.
Pueblo suyo somos y ovejas de su prado.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, y a sus atrios con alabanza.
Dadle gracias, bendecid su nombre.  Porque el SEÑOR es bueno; Para siempre es su misericordia y su fidelidad por todas las generaciones.
Salmo 100

Como cristianas, somos bendecidas en gran manera.  Dios envió a su Hijo unigénito a morir por nuestros pecados.  Y Dios nos ha dado los dones preciosos del amor eterno y la vida eterna.  A cambio, se nos ordena acercarnos a nuestro Padre Celestial con reverencia y acción de gracias.  Sin embargo, a veces no nos detenemos para agradecer a nuestro Creador por las innumerables bendiciones que ha derramado sobre nosotras.  Cuando nos detenemos para expresar nuestra gratitud a aquel que nos creó, enriquecemos nuestras propias vidas y las vidas de los que nos rodean.  La acción de gracias debe convertirse en un hábito, una parte normal de nuestra rutina diaria.  Sí, Dios nos ha bendecido en gran manera, y le debemos todo, incluso nuestra alabanza eterna.

Un corazón agradecido. Con cántico alabaré el nombre de Dios, y con acción de gracias le exaltaré.  –Salmo 69:30.

 Querido Señor, tus dones son más maravillosos de lo que puedo imaginar.  Ayúdame a vivir cada día con agradecimiento en mi corazón y alabanza en mis labios.  Gracias por el regalo de tu Hijo y por la promesa de la vida eterna.  Ayúdame a compartir las felices noticias de Jesucristo, y haz que mi vida sea testimonio de su amor y su gracia.    Amén