“Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles”. Romanos 16:3-4.
Vivimos en un mundo en donde poco se dan muestras de agradecimiento a las personas que se lo merecen. El texto que te presento hoy es un llamado a tener siempre presente el dar gracias en el momento oportuno. Siempre se ha dicho que el apóstol Pablo era un hombre rudo y sin amigos pero yo te invito a que leas todo el capítulo 16 del libro de Romanos y te darás cuenta de lo contrario. Cuando el apóstol Pablo terminó la Carta a los Romanos, alabó públicamente a los que lo habían ayudado y alentado en la obra del evangelio.
Comienza con Febe y de ella dice: “Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo”. (V. 1) y sigue con Aquila y Priscila , y de ellos dice: “Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles”. El apóstol fue tan específico que los saludó por sus nombres: Epeneto. María, Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, Amplias, a los de la casa de Aristóbulo y a tantos otros. No sólo los mencionó, pero también expresó su gratitud por lo que ellos habían hecho por él mismo y a la causa del evangelio.¡Qué ejemplo para todos nosotros!
Conseguí este pensamiento de un autor desconocido que quiero compartir contigo en este día: “Prefiero tener una pequeña rosa del jardín de un amigo, que las más selectas flores cuando termine mi estancia en la tierra. Prefiero que me digan una palabra agradable con amabilidad, y no que me halaguen cuando mi corazón haya dejado de latir y la vida haya cesado para mí. Prefiero recibir una sonrisa de amor de amigos que sé son sinceros, que lágrimas sobre mi ataúd cuando diga adiós a este mundo. Traedme hoy todas las flores, ya sean rosadas, blancas o rojas; prefiero un botón ahora que un camión lleno de ellas cuando haya muerto”.
Es bueno recordar las buenas cualidades de amigos o familiares durante su funeral, pero ¡cuánto mejor es alabarlos sinceramente mientras todavía viven! Podría ser el aliento que tan desesperadamente necesitan. Hay hombres y mujeres que en este día están sedientos por una palabra amable o una expresión de cariño que les anime y que les muestre un derrotero diferente en su accionar de hoy.
Te invito hoy a que pongas en práctica este consejo. ¿Debes a alguien una palabra de agradecimiento o aprecio? No lo pospongas. Dilo hoy. Mañana podría ser demasiado tarde. Pienso que el Apóstol Pablo murió solo y sin la compañía de sus amigos, como así lo demuestra esta declaración que aparece en 2 de Timoteo 4: 16: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta”. En ese momento él necesitó de la palabra amable y del apoyo de sus compañeros pero fue abandonado y se debió haber sentido muy triste. Por lo tanto te invito a ¡Agradecer ahora! “Pues nunca es muy pronto para decir algo amable, pues nunca se sabe lo pronto que puede ser muy tarde”.