Una vez un panadero de la ciudad y un campesino de la aldea vecina hicieron un trato. Se intercambiarían todos los días, medio kilo de pan por medio kilo de mantequilla. Las cosas marcharon bien por algún tiempo, hasta que, un día, el panadero empezó a sospechar que la mantequilla no tenía el peso convenido. Durante varios días pesó la mantequilla y pudo evidenciar que, como lo había sospechado, cada día pesaba menos. Por fin, hizo que apresaran al campesino por fraude.
En el juico, el campesino confesó que si bien tenía balanza, no estaba utilizando las pesas.
– ¿Entonces, cómo pesa usted la mantequilla que debe enviarle al panadero?
– Muy sencillo: utilizo como pesa el pedazo de pan que me manda el panadero. Si mi mantequilla no tiene el peso correcto, se debe tan sólo al pan del panadero…
Necesitamos aprender a tratar a los demás como quisiéramos que ellos nos traten a nosotros. Este es un principio bíblico muy antiguo que sirve de base para la ética y la forma como podemos convivir los humanos. A todos nos gusta que nos traten con cariño y con respeto, entonces ¿por qué no tratamos así a los demás? Muchas veces esperamos y pedimos de otros el respeto y el cariño que no estamos dispuestos a darle a los demás. Por tal motivo antes de actuar, piensa si te gustaría que te hicieran a ti lo que piensas hacerles a otros. Recuerda que con esta misma moneda posiblemente te pagarán y estoy segura que no deseas verte en las mismas del panadero.