Ocurren incidentes en la vida que nos hacen pensar y descubrir sentimientos que nunca antes habíamos experimentado. Recientemente nos encontrábamos en nuestro hogar disfrutando la compañía de uno de nuestros nietos. Era un viernes de tarde. Nos sentamos cómodamente en la sala de nuestro hogar para tener el culto de recepción de sábado. Cantamos varias alabanzas y jugamos un par de juegos bíblicos en los cuales representamos diferentes personajes de la biblia.
De pronto nuestro nieto le pidió a su abuelo que tocara un himno en el saxofón. Para evitar que el abuelo se negara a su petición, el niño buscó el instrumento y se lo entregó. Ahora la petición debía cumplirse de manera que el abuelo no podía negarse. Mi esposo buscó una pista para acompañar su interpretación y cuando comenzó a tocar el himno sucedió algo que nos impactó grandemente. El niño estaba arrobado escuchando la música y mirando fijamente los movimientos de los dedos de mi esposo. A esta altura del incidente nuestro nieto estaba de pie frente a su abuelo, pero como si una fuerza superior lo hubiera tomado de la mano para sentarlo, se fue a una silla y sin dejar de mirar con ternura a su abuelo mientras interpretaba la pieza, sus ojitos comenzaron a llenarse de lágrimas. Fue un momento de compenetración entre el abuelo, nuestro nieto, y la música.
Cuando mi esposo terminó Ian estaba muy emocionado, sensiblemente impresionado y en cierta medida admirado de ver lo que su abuelo puede hacer con ese instrumento. Ambos se unieron en un abrazo profundo y solamente se escuchó al abuelo decir: “Cuando seas más grande te voy a enseñar a tocar el saxofón”.
Momentos como este son irrepetibles y producen tanto en el corazón de los abuelos como de los nietos una emoción muy grande. Somos muy afortunados por tener unos nietos tan especiales. Cada uno de ellos tiene dones que están colocando y usando para servir al Señor desde pequeños. Gracias Dios por ellos, te pedimos que los sigas bendiciendo mientras crecen.