Era aproximadamente la 1:00 a.m. cuando nuestros perros comenzaron a ladrar. Me desperté sobresaltada pensando que algo estaba sucediendo y en realidad así fue. De inmediato sonó el teléfono y escuchamos la voz de nuestro hijo Juan Javier diciendo: “Por favor, abránme la puerta que está haciendo mucho frío”. ¡Sorpresa, aquí estaba nuestro hijos con su esposa e hijos!
Por demás está describir que a pesar del sueño interrumpido la felicidad de ver los nietos, tan grandes, hermosos y justo aquí en nuestro hogar, hizo que todo el sueño pasara a un segundo plano. Es hermoso estar con los nietos, prepararles los alimentos que les agrada y compartir al verlos jugar, correr y saltar. Los días pasaron tan velozmente que cuando pienso que ya no están con nosotros, solamente me resta recordar los tiernos momentos compartidos juntos.
Agradezco a Dios por la hermosa sorpresa que nos dieron los nietos. Es mi mayor deseo que cada vez que a mis nietos les digan: “vamos a la casa de los abuelos” su alegría sea tan grande que por nada quieran perderse esa oportunidad. Por nuestra parte aquí estaremos los abuelos esperándolos para disfrutar su compañía.
Ya estaba olvidando compartirles la obra de arte que hicieron: decoraron un árbol de navidad y colocaron un tren con el cual jugaron un buen rato.