Iba la lechera con su cántaro, pensando que vendería la leche; con el dinero de la venta compraría huevos, los haría empollar y así tendría pollos que serían después gallinas; vendería las gallinas y se compraría una vaca; la vaca daría terneras, con cuya venta se compraría una casa. En eso iba pensando cuando tropezó y vino a dar al suelo. El cántaro se le quebró y se derramó la leche. ¡Adiós todos los sueños!
Al día siguiente la lechera regresó al mercado, y le volvió a ocurrir lo mismo. Y se repitió dos días más. Al quinto día se sentó al borde del camino y se tomó la leche. ¡Qué sabrosa estaba! ¡Cuán nutritiva era! Por primera vez en su vida la lechera gozó, no de lo que pensaba tener en el futuro, sino de lo que tenía en el presente.
Muchas veces soñamos con lo que no tenemos y vamos a tener en lugar de disfrutar lo que tenemos a la mano. Hacer planes para el futuro es sabio, pero disfrutar lo que se tiene en el presente es lo más acertado. Nadie tiene el día de mañana seguro por lo tanto “todo lo que nos venga a la mano para hacer, hagámoslo hoy mismo” de acuerdo a nuestras fuerzas.