Cuando derrocaron el régimen de un dictador represivo en Uganda en 1979, la mayoría de los ciudadanos sintió un gran alivio. Incluso en medio del desorden y la destrucción, el pueblo celebró cuando cambió el gobierno.
Sin embargo, el comentario de un ciudadano contento expresa cómo responde muchos cristianos a la adversidad. Este señor dijo: “Dejé de ir a la iglesia porque pensé que Dios nos había olvidado. Ahora puedo volver”.
Esa opinión no es nueva. A través de los años, muchos hijos de Dios han cometido el mismo error de creer que el Señor los había abandonado cuan los tiempo se pusieron difíciles. Job clamó diciendo: “¿Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!”. (Job 23:3)
Nosotros también podemos caer rápidamente en ese patrón de pensamiento. Por alguna razón pensamos que Dios y los buenos tiempos van de la mano. Y un día será así… en el cielo. Pero ahora es muy distinto. De vez en cuando vienen los problemas como una densa neblina, y debemos aceptar por fe el hecho de que Dios está muy cerca de nosotros, a pesar de que no percibimos su presencia.
Dios siempre nos ve. No se le escapa nada. Él siempre sabe y se preocupa. La pregunta es si vamos a seguir siendo tan confiados como Él es fiel. ¿Seremos buenos y piadosos aun cuando los tiempos sean malos?
Recuerda que el que haya problemas no significa que Dios esté ausente.