Imagínate que hay cinco esponjas en el mesón de tu cocina. Cada uno de los miembros de tu familia ha está limpiando diferentes áreas de la casa con alguna de ellas, pero todas parecen iguales. Estás curiosa por saber cuáles de ellas está limpia, pero no lo puedes adivinar con solo mirarlas. Todas parecen iguales. ¿Qué puedes hacer?
Al escurrir la primera esponja notas que de ella sale jugo de uva, y te imaginas que alguien la usó para limpiar el jugo que se derramó sobre la mesa.
Cuando escurres la segunda esponja notas que de ella sale líquido de limpiar la tina o bañera. Concluyes que esa esponja fue usada para limpiar el baño.
De la tercera esponja encuentras que sale aceite de auto y piensas que alguien la ha usado para limpiar el garaje.
La cuarta esponja deja salir un agradable olor a polvo de bebé y ya sabes que fue usada para empolvar al bebé después de bañarlo.
Al tomar la última esponja ves que de ella sale líquido para encerar o brillar el piso, y no te cabe duda alguna de que fue usada para limpiar el pasillo central de la casa. Las colocas todas nuevamente en su lugar y observar que todos parecen similares.
Sí todas parecen a simple vista que son iguales, hasta que las escurres una por una. Los cristianos somos iguales a las esponjas.
Hasta el momento cuando la vida nos aprisiona, es que se ven las diferentes cosas que salen de nosotros: ira, venganza, lágrimas, remordimiento, codicia, falsedad, y finalmente, de un santo hijo de Dios sale el amor de Cristo Jesús. Así como las esponjas, solo podemos dejar salir lo que tenemos adentro cuando la vida nos presiona. Mientras vivimos en el mundo, permanezcamos en constante oración de manera que cuando la vida nos presione, Jesús y solamente Jesús sea lo que salga de nosotros.
Al reflexionar en este mensaje, pregúntate: ¿Si alguien me presiona, será Jesús y solamente el amor de Jesús lo que saldrá de mí?