Ya pasaron los días festivos y un nuevo año nos ha regalado ya su primera quincena. Seguramente muchas de ustedes han estado tan ocupadas como lo he estado yo, lavando sábanas, cobijas, toallas, guardan los adornos navideños y colocando todo nuevamente en su lugar.
¡Ah, cuánto disfruté los días con nuestros hijos, nietos, familiares y amigos! Para mi esposo y para mi esos días fueron inolvidables. El bullicio en la casa, los niños jugando y corriendo de una lado para otro, las nueras cocinando, los hijos conversando y toda esa actividad quedaron solamente en nuestro recuerdo. Ahora todo ha vuelto a la normalidad y en nuestra casa solamente se escuchan los ruidos del silencio.
La pregunta que nos hacemos ahora que el Señor nos concede iniciar este nuevo año es: ¿qué haremos durante los meses que siguen? Eso podría sonar a cuáles serán nuestras resoluciones, pero siendo sincera, no creo mucho en resoluciones porque la mayoría de las veces se desvanecen con la misma prontitud con las que nos las proponemos. Por esa razón quiero seguir el consejo tan sabio que encontramos en el libro El Camino a Cristo donde dice: “Cada mañana, conságrate a Dios por ese día. Somete todos tus planes a Él, para ponerlos en práctica o abandonarlos, según te lo indicare su providencia. Podrás así poner cada día tu vida en las manos de Dios y ella será cada vez más semejante a la de Cristo” (p70).
Entonces ¿qué deseamos hacer este año? Bien, compartiré con ustedes lo que pienso que será nuestro programa personal para los días que Dios nos permita vivir:
Dedicaremos más tiempo al estudio de la Biblia y de algunos libros del Espíritu de Profecía
Seguiremos con el programa de ejercicios acuáticos para fortalecer nuestro cuerpo y aliviar las molestias de la edad.
Mantendremos un programa diario de oración por nuestros hijos, nietos, familiares y amigos al igual que por nuestros vecinos.
Continuaremos ayudando en diferentes áreas del trabajo en la iglesia en la forma que sea más conveniente y de acuerdo a nuestras limitaciones.
Dedicaremos más tiempo para nuestros nietos, ya sea los que están más cerca de nosotros así como los que se encuentran más lejos.
Aprovecharemos las oportunidades que se presenten para compartir el evangelio con los que no lo conocen.
Viviremos un día a la vez, felices, alegres y agradecidos con la bendición de Dios cultivando nuestro amor y añorando el cielo.