Ciertamente la Navidad es la época del año más especial. Es un tiempo para regalar, gozar, viajar y hacer muchas cosas que no se pueden hacer el resto del año. En muchas empresas es el tiempo para evaluar y analizar el desarrollo y crecimiento que han tenido durante el año, y para reconocer a aquellos que han contribuido con ese crecimiento. Algunas de esas empresas obsequian a los empleados con el tan conocido “aguinaldo navideño”, que no es otra cosa que una pequeña muestra de reconocimiento tangible (dinero y obsequios) por el trabajo realizado y por la contribución hecha al progreso de la empresa. Muchas de las tiendas que visitamos nos regalan almanaques con la compra que hacemos y por todas partes vemos ofertas, anuncios y un sinfín de promociones que motivan al público a expresar su gratitud y cariño en Navidad.
Por supuesto que todo esto no es otra cosa que parte de la publicidad que nos envuelve, pero no podemos dejar que admitir que esta época marca un punto importante en la vida. Cada año que termina es un eslabón más en la cadena de la vida. Para nosotros los cristianos debiera ser la mejor oportunidad para hacer un balance de nuestra vida. ¿Qué hicimos durante este año? ¿Qué objetivos alcanzamos en nuestra vida personal? ¿Cuáles fueron nuestras metas? ¿Las alcanzamos, o simplemente no las logramos? ¿Nos hemos sentido más cerca del Señor durante este año?
Aprovechemos estos días finales del año para acercarnos a nuestros seres amados y demostrarles nuestro amor. De igual forma hagamos una reflexión personal y evaluemos nuestra vida tanto espiritual como personal y si hay algo que mejorar para el próximo año vayamos con entusiasmo en busca de esos ideales que nos conducirán a una mejor relación con nuestro Dios y unos con otros.
Muchas felicidades,