Hablar de la ética desde la posición de la esposa de un pastor no es un tema que se presente con frecuencia porque generalmente esto se habla más con los pastores. Sin embargo, hoy vamos a considerar algunos puntos de suma importancia en lo que respecta a la esposa del pastor como su compañera en el ministerio y su relación con las personas.
Veamos lo que el diccionario define como ética. La ética son los principios y reglas que rigen la conducta moral y profesional de una persona. ¿Has escuchado el refrán que dice: “Fulano fue a la universidad, pero la universidad no pasó por él/ella”? Es muy común que esto se diga al referirse a una persona que se considera ser un profesional con estudios universitarios, pero que su forma de comportarse o de tratar a los demás no se ajusta a lo que se espera por su nivel de educación. La práctica de los principios y reglas que deben caracterizar nuestra conducta como esposa de pastor deben ser un asunto de profunda reflexión para nosotras porque somos mujeres llamadas a cumplir con un liderazgo en la iglesia
La Biblia declara que somos cartas abiertas (2 Cor. 3:3) lo que significa que somos observadas y lo que las personas ven puede resultar en una influencia positiva o negativa para los que nos rodean. Algunos de los valores éticos que hacemos bien en considerar son los que presento a continuación. No quiere decir que lo que menciono es todo lo que se puede decir en cuanto a la ética, seguramente hay mucho más, pero he agrupado aquellos valores que son más comunes a nuestra posición.
- CONFIDENCIALIDAD – Como esposa de pastor son muchas las personas en la iglesia que acuden a nosotras para compartir sus preocupaciones, problemas y asuntos personales. Es importante que seamos mujeres que sepamos manejar en forma confidencial la información que escuchamos, las cosas que vemos, las palabras que hablamos y todo lo relacionado con la confidencia que las personas esperan de nosotras.
- HONRADEZ – Es un valor ético que no solamente tiene que ver con el manejo de dinero. Se necesita tener honradez en las palabras de manera que cuando se dice algo que sea honesto y veraz. Todas debemos actuar con honradez tanto en público como en privado.
- CONSISTENCIA – Nuestras palabras debe ser consistentes con nuestras acciones. Nunca debemos decir una cosa y actuar en forma contraria. En lo relacionado con el llamado al ministerio es necesario que nuestro testimonio sea consistente con nuestra profesión de fe. Los ojos de muchos miembros de iglesia están sobre nosotras y sería muy lamentable que vean que no hacemos como decimos con nuestro ejemplo.
- TACTO – Este valor ético ha tendido a desaparecer porque muchas personas se ufanan de ser muy sinceras al hablar sin importarles si hieren u ofenden a otros. Como mujeres cristianas de liderazgo debemos evitar la rudeza al tratar con los demás y por sobretodo aprender a no decir lo que no conviene aunque tengamos el derecho de hacerlo. Evitemos al máximo las ofensas.
- HUMILDAD – Recordemos que nunca seremos suficientes para hacerlo todo en la iglesia aunque hayamos sido dotadas con diversos dones. En cada congregación encontraremos miembros que sabrán hacer los trabajos mejor que nosotras y eso no debe hacernos sentir inferiores. Aprendamos de Jesús cada día para que lleguemos a ser una bendición en el sitio donde estemos. Nunca olvidemos disculparnos y reconocer nuestros errores cuando los hayamos cometido. Culpar a otros para evadir nuestra responsabilidad ante un problema no es una actitud cristiana. Recordemos que la Biblia dice: “El que se humilla será ensalzado” (Lucas 18:14).
- SOCIABILIDAD – Si bien es cierto que en algunas congregaciones encontramos más afecto que en otras, es nuestro deber buscar la sociabilidad con todos y no el aislamiento. Aprendamos a tratar a nuestros hermanos en la fe con imparcialidad, evitando las preferencias y estableciendo los límites del respeto y la consideración en toda circunstancia y momento.
Podríamos seguir añadiendo otros valores a esta lista y seguramente todos ellos contribuirán a nuestro buen desenvolvimiento en la congregación. Hemos sido llamadas a trabajar junto a nuestro esposo y el éxito en la tarea dependerá en gran medida de nuestra entrega diaria al Señor de manera que podamos ser usadas para traer bendición a la iglesia.