“Corona de los viejos son los nietos, y la honra de los hijos, sus padres”. Proverbios 17: 6
Hoy incluyo un bosquejo que escribió una lectora, respecto a la soledad de los abuelos que se han quedado “huérfanos” de hijos y nietos. Su esposo y ella están pasando por este momento del Síndrome del Nido Vacío y asisten a un grupo de terapia que les está ayudando bastante.
Y es que el tema de los hijos y los nietos es apasionante… Los padres que ya tenemos el privilegio de ser abuelos, siempre deseamos tenerlos cerca, mimarlos y consentirlos. Gozarlos, como gozamos a nuestros hijos. O aún más, porque nuestros hijos crecieron a nuestro lado casi sin sentirlo. A veces en medio de problemas, afanes y preocupaciones, creyendo que estarían a nuestro lado toda la vida.
Pero inevitablemente los hijos se van de nuestro lado a hacer su propia vida y luego se entregan a sus propios hijos, como es la ley de la vida. Sin embargo, nuestra vida ya más avanzada por los años, se llena con la ternura de los nietos y con ellos se reflejan nuestros hijos pequeños y se reviven tantos recuerdos. Por algo dice el libro de Proverbios que la corona de los abuelos son los nietos.
Pero es triste cuando los hijos no consideran que los abuelos los necesitan la cercanía de los nietos, su calor y su cariño, compartir sus gracias y sus travesuras, tanto más cuando los años ya se reflejan en sus canas.
Yo les digo a los hijos que traten de sembrar en sus propios hijos, el amor y el respeto por sus abuelos, porque no es humano alejarlos de ellos y que los ignoran. Si supieran lo que sus padres los necesitan y los quieren, tratarían de sembrar el amor en sus corazones por ellos.
Este es el relato de unos abuelos que se sienten “huérfanos” de sus nietos.
-Sí, se nos va la vida en un cerrar y abrir de ojos, pero los jóvenes creen que siempre van a seguir siéndolo. Todos lo hemos hecho con nuestros padres. Yo afortunadamente fui cariñosa con los míos. Recuerdo la cara de felicidad de mis viejitos cuando les llevaba a sus nietos.”
El hijo ingrato que olvida a sus padres y, peor aún, el que queriendo “castigar” a los abuelos, privándoles la última oportunidad de reeditarse como padres con los nietos, se está castigando a sí mismo. Porque en la ausencia física de los abuelos hacia los nietos, quienes ejercen en éstos un amor incomparable, es nuestra última oportunidad de brindar ese amor puro de un padre/madre a sus hijos.
Pobrecitos, me los imagino en sus cincuenta años queriendo regresar el tiempo. Con la conciencia intranquila porque aquellos que nos trajeron al mundo, los cuidaron cuando eran pequeños, se sacrificaron y dieron todo su amor por ellos ya no están. Ya no los volverán a ver nunca más, porque al morir el cuerpo se corrompe y volvemos a ser polvo… Ya no quedará más que los tristes recuerdos, el remordimiento y tal vez… hasta la falta de bendición de una madre, que es también bendición de Dios. Pero esto sólo lo entendemos las personas que pasamos de los cincuenta años…
Que este mensaje llegue al corazón de los hijos e hijas, que ya son padres de familia, que tienen la dicha de que sus hijos tengan a sus abuelos aún con vida para gozarlos y recibir lo mejor de ellos, su amor y su ternura.