¡La felicidad, ja, ja, ja, ja! Así comienza una canción muy vieja que escuché hace muchos años. Todos los seres humanos queremos ser felices. Si le preguntas a alguien cuál es su definición de felicidad posiblemente te sorprenderás de las muchas definiciones que la gente tiene. He llegado a la conclusión, muy personal, de que todos definimos la felicidad de acuerdo con las experiencias que en la vida hemos tenido que pasar. Aquellos que fueron criados en ambientes donde sus necesidades fueron satisfechas pueden definir la felicidad de una forma diferente a los que fueron criados en ambientes carentes de muchas de sus necesidades. Pero necesariamente la definición de unos y de otros no tiene que ser negativa. Una persona pudo haberse criado en un hogar carente de comodidades, rodeado de escases y sin embargo, su definición de felicidad irradia alegría y contentamiento. Porque no es lo que tenemos o no tenemos lo que define la felicidad, sino nuestra actitud ante todo.
Eso me recuerda la historia de un joven que se la pasaba quejándose de que no tenía nada y le reclamaba a Dios porque no había sido generoso con él dándole riquezas como a tantos otros. Un anciano escuchó su queja y le dijo:
-¿Por qué te lamentas tanto? ¿No te ha dado Dios juventud y salud?
-Sí – le respondió el joven, pero eso no vale nada.
El anciano le agarró la mano derecha y le dijo:
-¿Te la dejarías cortar por un millón de dólares?
-No, por supuesto que no.
-¿Y la izquierda?
-Tampoco.
-¿Y aceptarías quedarte ciego por cinco millones?
-¡Ni loco!
-Entonces, ¿de qué te quejas? ¿No ves que Dios te ha dado una inmensa fortuna?
No permitas que nadie ni nada te arrebate la felicidad. La felicidad no es una meta, sino un punto de partida que se inicia en tu corazón cuando estás con Dios. Proponte vivir siendo feliz recordando que el lugar para ser feliz es donde te encuentras ahora y el momento para ser feliz es hoy.
Aquellos padres que son felices y transmiten a sus hijos dicha felicidad le están dando la mejor herencia que sus hijos pueden recibir. No hay nada mejor que recordar unos padres felices. Haciendo de Dios el centro de nuestra vida podremos entender que la verdadera felicidad solamente se alcanza cuando llegas a entender el plan de Dios para tu vida.