Recientemente veníamos de regreso a nuestra casa observando el hermoso paisaje de colores y matices que se observan en esta zona con la llegada del otoño. Este fenómeno obedece a que las frías temperaturas que anteceden al invierno ya se dejan sentir y las hojas de los árboles se van secando. Dependiendo de la clase de árbol que sea, será el color que sus hojas adquiren durante el otoño, por lo tanto vemos distintos tonos de amarillo, anaranjado, y marrón en contraste con el verde de los pinos y coníferas que nunca cambian. Añadido a esto los fuertes vientos hacen que las hojas se desprendan de los árboles dejando al desnudo las ramas que habrán de entrar en un periódo de latencia para soportar la nieve y el frío. Luego al llegar la primavera todo vuelve a despertar y el paisaje que veremos será diferente.
¡Cambios, y cambios¡ Cambia la naturaleza y se prepara para lo que vendrá. ¿Y qué de nosotros? Para algunos estas señales visibles traen reflexión, pero para otros pasan inadvertidas o simplemente son un acontecimiento más que tiene que suceder. Sin embargo, quisiera llamar la atención al hecho de que cada día se hace más y más necesario que meditemos en lo que sucede a nuestro alrededor. Si solamente estamos en este mundo para cumplir con nuestras obligaciones personales estaremos perdiendo la gran oportunidad de prepararnos para la vida que está reservada para los que han interpretado las señales de los tiempo y se han preparado para el hogar celestial.
Estamos a escasas semanas de la finalización del año y muchas actividades seguramente llenarán nuestro calendario personal; ¿habrá espacio allí para meditar en nuestra preparación espiritual? ¿Serán estos días iguales a los de siempre donde nos ocupamos más de lo secular y menos de lo espiritual? Sea que el otoño llegue, o no a donde te encuentras, no dejes de pensar y planificar lo que harás para estar mejor preparada espiritualmente.