Recientemente estuve leyendo acerca de lo que el respeto en la relación de pareja significa. Muchos lo consideran la base de una buen relación matrimonial y evidentemente así lo es. Se puede creer estar muy enamorado, pero si no hay respeto en todos los aspectos de la relación será muy difícil identificar que exista amor verdadero.
¿Has escuchado alguna mujer responder ante la pregunta de cuántos hijos tiene decir: “Tengo dos hijos y tres con mi esposo”? Confieso que en alguna ocasión yo misma respondí así lo cual admito que fue un gravísimo error. No hay razón alguna para que una esposa piense de su esposo como si fuera un hijo más. ¿A qué obedece esta forma de pensar y actuar? Posiblemente fue criada en un hogar donde el liderazgo de la madre era tan fuerte que hasta el padre-esposo se veía en la obligación de obedecerle para mantener la paz del hogar.
Las mujeres por naturaleza tendemos a ser “muy jefas”. Desempeñamos tantos papeles de control y manejo en el hogar que nos acostumbramos a gobernar y controlar todas las cosas. Algunas hasta han llegado a tener problemas en sus lugares de trabajo por llevar esta práctica a ese nivel. Aunque me duela tener que reconocerlo, tratar al esposo de esa forma, es una FALTA DE RESPETO.
Es posible que mientras lees este artículo no sientes que eres una esposa controladora que tratas a tu esposo más como si fueras su madre en lugar de ser la esposa que aconseja, motiva, empatiza. Sin embargo, eso no significa que no tengas el problema en tu relación matrimonial. La mayoría de las veces aunque no lo admitimos, si le preguntáramos al esposo nos sorprendería descubrir que él se siente controlado y tratado como si fuera un niño que no tiene poder de decisión o pensamiento propio.
Cuando Dios creó a Eva lo hizo para que fuera una “ayuda idónea”. Eso significaba que la esposa debía ser una compañera que lo cuidara y fuera una con él. En ningún momento ella vino a la existencia para desempeñar el papel de una mamá (esa fue la única mujer que no tuvo suegra). Nuestro papel es el de respetar la individualidad y personalidad de nuestro esposo. Él se merece ser tratado como hombre y eso es lo que debemos hacer. Tal vez debamos dejar la costumbre de darles tantas órdenes, de criticarlo por las cosas que no hace bien, o simplemente de estarle ordenando lo que tiene o debe hacer de acuerdo a nuestros criterios. Quizá debiéramos abandonar esa costumbre tan desagradable de comentar defectos delante de los familiares y amigos, lo cual es humillante. Recuerda que ya tu esposo salió de las manos de su madre; ahora no juegues a ocupar su lugar porque no es conveniente.