“Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:16.
El escritor del libro de Hebreos nos recomienda en forma enfática que podemos acercarnos a Dios siempre y alcanzar la misericordia que estamos esperando. Usa una declaración que es muy interesante, “oportuno socorro”. En otras palabras acércate a Dios cuando aparentemente te estás hundiendo y pareciera que todo te sale mal; en ese momento pide ayuda al Gran “Yo soy” y te darás cuenta que el “socorro” llega. La forma para acercarnos a ese trono es por medio de la oración.
¿Alguna vez te ha parecido difícil orar cuándo estás bajo presión? Eso puede pasar cuando somos reacios a decirle a Dios cómo nos sentimos. En una ocasión cuando pasaba por un valle de sombras, estaba pidiéndole a Dios algo y me pareció que mi pedido no era apropiado. Me detuve abruptamente en medio de mi oración, por temor a ser irrespetuosos con nuestro Padre Celestial. Sin embargo, después de un espacio de tiempo le hablé lo que sentía y eso me hizo cambiar mi estado de ánimo.
Un viaje por el libro de los Salmos nos puede ayudar a orar más abiertamente. Allí podemos escuchar las conversaciones que David tenía con Dios y darnos cuenta de que él no tenía miedo de ser completamente abierto y honesto con el Señor. David clamó: “Señor, no me reprendas en tu ira” (Salmo 6:1). “Ten piedad de mí, Señor, pues estoy enfermo” (Salmo 6:2). “¿Por qué, oh Señor, te mantienes alejado, en tiempo de mi tribulación?” (10:1). “No seas sordo para conmigo” (28:1). “Combate, oh Señor, a los que me combaten” (35:1). “Escucha mi oración, oh Dios” (54:2). “Conmovido estoy en mi queja y muy conturbado” (55:2).
Piensa en el enfoque de David. Él le estaba diciendo a Dios: “¡Ayúdame!” “¡Escúchame!” “¡No te enojes conmigo!” “¿Dónde estás?” David acudió a Dios en forma atrevida y le dijo lo que estaba pensando. Sí, Dios espera que acudamos a Él con corazón limpio, y necesitamos acercarnos con reverencia. Pero no tenemos que tener miedo de decirle a Dios lo que pensamos y sentimos.
En cierta ocasión en medio de una de mis oraciones le dije a mi Padre Celestial: “ parece que no me escuchas, me estás dando muy duro, este dolor no lo entiendo, no merezco lo que estás permitiendo que me pase, esto no es justo” y se que en medio de mi dolor, Dios mandó su ángel, El me pasó su mano santa y mi dolor se fue. ¡Qué bueno es Dios él nos escucha aun en medio de nuestros pedidos que parecen llenos de desconfianza en El! La próxima vez que converses con tu Padre Celestial, háblale claro, Él te va a escuchar y te va a entender. La oración es una línea abierta al cielo.