“Nos alegramos cuando somos débiles, con tal de que ustedes sean fuertes; y seguiremos orando para que lleguen a ser perfectos” (2 Cor. 13:9).
La primera vez que el doctor Livingstone se levantó a predicar cosechó un rotundo fracaso. Aunque resguardado tras el púlpito, se quedó sin capacidad oratoria y, ni corto ni perezoso, reconoció: “No recuerdo ni una sola palabra de lo que iba a decir”. Acto seguido, bajó de la plataforma y se fue, convencido de que nunca podría predicar. Un hermano de iglesia se le acercó y le dijo: “David, no te rindas. Tal vez nunca seas un buen predicador, pero puedes ser un buen médico”. Con el tiempo llegó a ser ambas cosas.
Lo extraordinario del caso es la capacidad de Livingstone de reconocer sus debilidades. Seamos sinceras, ¿a quién le gusta admitir que es débil, frágil o incapaz? ¡Especialmente ante alguien de la iglesia! Nos da temor no solo el hecho inevitable de ser débiles, sino también el hecho de parecerlo. Y creyendo que lo que conviene es esconderse, nos hacemos un gran mal y nos perdemos una bendición, que es recibir ayuda de nuestros hermanos.
Jesús era capaz de reconocer que estaba atravesando un momento difícil. Creía que con el apoyo de los suyos podría superar mejor las pruebas y sentir que Dios respondía a las oraciones en su favor. Por eso no le importó decirles a sus amigos, con todas las letras: “Es tal la angustia que me invade, que me siento morir” (Mat. 26:38, NVI). Jesús era auténtico.
Imagina por un momento que tu madre, o tu marido, o tu pastor…, la persona más fuerte que conoces, se te acerca y te dice: “Ora por mí, porque tengo una gran depresión; me siento tan mal que quiero morirme”. Pues eso fue lo que experimentaron los discípulos. Jesús era para ellos el Mesías, su líder, un pilar de fortaleza y obrador de milagros. Imagínate el shock de saber que estaba hundido en una profunda tristeza.
Jesús era valiente para admitir que necesitaba compañía, apoyo y ayuda. Y tú, ¿tienes ese mismo valor, eres auténtica y admites que no eres perfecta? No te pierdas la gran bendición de contar con la ayuda de los demás. No te escondas. Con el apoyo de tus “hermanos”, y la confianza en Dios, irás superando cada obstáculo.
La más temible de todas las debilidades es el temor a parecer débil. Jacques-Bénigne Bossuet