El espíritu del culto debe sentirse en el hogar en todo tiempo, por la mañana, por la tarde y por la noche. No es nada más que pura hipocresía el celebrar una forma de culto y luego argüir, pegar, retar y rezongar durante el resto del día. Cristo desea vivir en el hogar.
Debe haber un tiempo y lugar regular para el culto matutino y vespertino. Cuando cada cual sabe cuándo y dónde se celebrará el culto regularmente podrá arreglar su programa para estar presente a tiempo. Pero cuando es irregular antes del desayuno hoy, y mañana después del desayuno, hoy en la sala, y mañana alrededor de la mesa, es muy probable que haya confusión. Los primeros tienen que esperar por los demás. Nuestros niños deben aprender que todo lo que se relaciona con Dios y la religión se hace con reverencia y con orden. Algunas familias tienen la costumbre de reunirse alrededor de la mesa en la mañana para tener su alimento espiritual antes que el físico. Otras con niños pequeños, hallan que es mejor celebrar el culto en la sala fuera de la vista de los alimentos. Por la noche el culto vespertino es debe celebrarse tan tarde que los niños estén soñolientos. Ni tan poco debe ser muy largo. Los pequeñitos aprenden mejor cuando se les da pequeñas cantidades. El papá puede dedicar toda una hora en oración privada si así lo desea, pero el culto familiar nunca debiera ser tan largo que los niños menores lleguen a cansarse. De cinto a diez minutos por regla general está bien. El período del culto debe planease de tal forma que siempre sea esperado con gozo por los niños.