Uno de los temas de mayor interés entre los grupos de mujeres cristianas se relaciona con la necesidad de aprender a desarrollar un tiempo especial en lo que respecta a su relación personal con Jesús. Tal parece que un buen número de nosotras tiene dificultad para encontrar ese espacio de tiempo privado, tranquilo, frecuente, donde podemos vaciar nuestro corazón al hablar con Dios, meditar en su Palabra y sentir que está a nuestro lado aunque no lo podemos ver. Aunque nunca he realizado una encuesta para identificar las posibles razones por las cuales se presenta esta situación que afecta tanto la vida espiritual de muchas mujeres, estoy segura que el factor tiempo y la ubicación de las prioridades en el programa personal diario son las causas principales.
C. E. Cowman dijo: “Ninguna mujer que ora logra tanto con tan escasa inversión de tiempo como cuando ora”. Ante esta gran realidad la pregunta es ¿por qué muchas de las cosas que son importantes para nosotras las mujeres son difíciles de comenzar?
Quizás la cosa más importante y para la que debiéramos ocuparnos como mujeres de Dios es incluir en las actividades de nuestro día la oración. Estoy segura que te habrás dado cuenta que no importa lo difícil que es ocuparse de las tareas regulares de la casa, o de las responsabilidades del trabajo al que nos dedicamos nada es más difícil que dedicarnos a cumplir con la más importante disciplina espiritual; TENER UN ENCUENTRO CON DIOS Y ORAR.
Si una mujer no es cuidadosa, se pasará todo el día y toda la noche haciendo las tareas más sencillas, las menos importantes, las secundarias o triviales, para postergar la tarea más difícil aunque la más gratificante de todas que es ORAR.
. Por lo tanto cuidémonos del mundo. Resistamos el dominio que el mundo quiere tener sobre nuestro corazón velando en oración.
Debiéramos hacer de nosotras la oración matutina que tanto hemos escuchado del libro El Camino a Cristo.
“Conságrate a Dios todas las mañanas. Haz de esto tu primera actividad. Sea tu oración: “Tómame, oh Señor, como tuya. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti. Éste es un asunto diario. Conságrate a Dios cada mañana para ese día. Sométele todos tus planes, para ponerlos en práctica o abandonarlos, según te lo vaya indicando su providencia. Podrás así poner cada día tu vida en las manos de Dios, y así será cada vez más semejante a la de Cristo”. CC.72