Se cuenta la historia de una mujer que mientras agonizaba, tuvo un sueño en el que era llevada al cielo y presentada ante el tribunal de Dios.
– ¿Quién eres? – le pregunta una Voz.
– Soy la esposa del alcalde – respondió ella con orgullo.
– Te he preguntado quién eres, no con quién te casaste.
– Soy madre de cuatro hijos
– Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
– Soy maestra de escuela.
– Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión.
– Soy una buena cristiana.
– Te he preguntado quién eres, no cuál es tu religión.
– Soy una persona que oraba todos los días y ayudaba a los pobre y necesitados.
– Te he preguntado quién eres, no lo que hacías.
Y así sucesivamente. Dijera lo que dijera, nunca respondía satisfactoriamente la pregunta Quién eres. Cuando despertó del sueño y se recuperó se levantó con la firme determinación de averiguar quién era en realidad.
Hoy van por el mundo muchas personas que no saben contestar la misma pregunta por lo tanto viven sin comprenderse ellos mismos y por consiguiente no logran comprender a los demás. Bien se podría decir que viven desconociéndose ellos mismo. Un buen punto de partida para esas personas que no se conocen es meditar en el Salmo 139: 23,24 donde se le pide a Dios quien en realidad nos conoce en toda su plenitud. Dios habrá de conducir a todos aquellos que deseen tener un encuentro con Él y consigo mismos.