Casi finalizando el año 2013 tuve el privilegio de asistir al retiro de damas auspiciado por la Conferencia de Chesapeake. La actividad se realizó en un hermoso hotel llamado Hershey´s Lodge. Para mi sorpresa descubrí que me encontraba en el lugar donde nacieron los famosos chocolates Hershey’s. Desde que entré el aroma a chocolate se dejaba sentir por todas partes y los anuncios que se leían por diferentes lugares confirmaban que estábamos en la meca del chocolate. Había un jardín de chocolate, la fábrica de chocolate y la historia completa del chocolate.
Fue interesante notar que en el salón de conferencias nos colocaban recipientes con chocolates (Kisses), y en la noche nos invitaban a una hermosa fogata para tomar chocolate y conversar. En las habitaciones todo el tiempo nos dejaban chocolates y como si eso fuera poco, las sábanas tenían diseños de chocolates. Estoy segura que a las amigas amantes del chocolate la estadía en ese hotel les resultó un sueño hecho realidad; estar rodeada de chocolate día y noche.
En lo personal no soy tan amante de los chocolates excepto de aquellos que tiene almendras o nueces, pero debo confesar que estar tres días en “un mundo de chocolate” me resultó interesante. Pude darme cuenta una vez más que algunas mujeres tenemos debilidades por ciertas cosas (como por ejemplo asegurarse de echar en la cartera todos los chocolates que sobraban al final de la reunión con el pretexto de que se los llevarían a sus hijos). Aunque el aroma del chocolate era muy agradable, no pude dejar de pensar en lo dulce y maravilloso que será estar “en el mundo nuevo” que el Señor nos dará cuando esta morada tan dañada por el pecado sea restaurada y vuelta a su estado original por el mismo Creador que la formó. Estoy segura que no tendremos chocolates pero tendremos frutas y alimentos más saludables y sabrosos que podremos disfrutar sin preocupación, porque posiblemente aquellas que no pudieron resistir la tentación de los chocolates quizás se fueron a su casa preocupadas por el colesterol. En ese cielo esa preocupación no existirá. ¡Alabado sea Dios!