El 21 de mayo es nuestro aniversario de boda. En el momento que escribo han transcurrido 44 años desde ese día cuando unimos nuestras vidas sellándolo con un compromiso de amor que deseamos sea eterno.
Recientemente fuimos invitados a celebrar un retiro matrimonial para un grupo grande de parejas en México. En una de las ocasiones en las que fuimos al restaurante para tomar los alimentos se nos acercó una de las empleadas para saber si nos sentíamos bien atendidos. Le manifestamos que estábamos muy contentos con el hotel y con la atención recibida. Ella nos miró fijamente y con una sonrisa en sus labios nos dijo: “Ustedes se ven felices; parece que se aman mucho. ¿Cuántos años de casados tienen?”
Le respondimos y ella con una expresión de asombro nos preguntó: “¿Cuál es el secreto?”. Yo me apresuré a responderle que Dios nos permite unirnos en matrimonio para enseñarnos a vivir en amor y para que aprendamos que aunque seamos diferentes podemos ser felices si aceptamos esas diferencias y nos enfocamos en hacer feliz a nuestra pareja. Entonces de pronto los ojos de la empleada se llenaron de lágrimas y con voz entrecortada nos dijo que la disculpáramos porque tenía que retirarse para atender a otros clientes. Nos prometió que volvería para continuar la conversación, pero nunca volvió.
¿Por qué tantas parejas se han prometido amor, cuidado, protección, fidelidad y no lo han cumplido? ¿Por qué algunos van al matrimonio con expectativas tan equivocadas o con motivaciones erróneas? Nuestra vida de casados no ha sido un lecho de rosas. Durante todos estos años juntos hemos experimentado grandes momentos de intensa felicidad, pero también hemos tenido momentos muy tristes. Sabemos el dolor que la muerte de los seres amados produce, sabemos del dolor de ver algún hijo fallar, sabemos lo que duele descubrir que la enfermedad aparece como una sombra que daña y asusta, conocemos lo que es enfrentar la incertidumbre del futuro cuando todo se desploma, sabemos lo que es estar triste y no saber cuál debe ser el camino a seguir. Sin embargo, aunque todo eso nos ha sucedido y muchas otras cosas más, hoy sentimos que la promesa de amor que un día nos hicimos es el secreto para mantenernos unidos.
Dios ha bendecido nuestro matrimonio y cada año que pasa hacemos algo para expresar nuestro agradecimiento. Este año sembramos una planta de rosas que esperamos se mantenga floreciendo con la bendición de Dios así como nosotros también queremos seguir unidos en amor.