“Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es perfectamente suyo”. 2 Crónicas 16:9
En esta declaración hay una garantía, y es la de que el Señor siempre está atento al clamor de tus labios y que sus ojos están puestos en ti para darte lo que necesitas. Yo te lo puedo asegurar, por mi propia experiencia, ya que he visto en mi vida el cumplimiento de esta promesa.
Las historias que te presento a continuación dan prueba de eso: “Por cincuenta años, la Hermana Agnes y la señora Baker oraron para que su país, Letonia, obtuviese la liberación de la opresión soviética. Sobre todo, clamaron por la libertad de poder adorar otra vez, en su Iglesia Metodista en Liepaja. Cuando el régimen ateo soviético usurpó el poder, los enemigos invasores se apoderaron de la iglesia y convirtieron el santuario en un salón de deportes. Sus oraciones fueron contestadas en 1991, cuando la opresión llegó a su final. Los soviéticos se marcharon y la pequeña nación fue liberada. Era imperioso reconstruirla y la Hermana Agnes y la señora Baker estaban decididas a prestar la ayuda necesaria.
Primero, las dos mujeres de más de ochenta años de edad, hablaron con un ministro local. Le dijeron, que si él estaba de acuerdo en ser su pastor, ellas serían los primeros miembros de la congregación. ¡Una iglesia acaba de renacer! El próximo paso era recuperar el título de propiedad del edificio. Una vez conseguido, comenzaron a arreglar la iglesia para la celebración de los servicios. Una de las mujeres asumió la responsabilidad de pintar las paredes de veinticinco pies de alto. Por varias semanas ella colocó los andamios y pintó las paredes y el techo. Los altos ventanales, construidos al estilo del arquitecto italiano Andrea Paladio, fueron limpiados hasta sacarle un brillo reluciente y el lustre le fue restaurado al piso de madera.
Gracias a una investigación minuciosa llevada a cabo por los miembros de la iglesia, los bancos originales fueron encontrados en un almacén en las afueras de la ciudad. Los mismos fueron regresados y colocados en su debido lugar, para ser usados por los adoradores. La Hermana Agnes, había guardado en su casa el órgano de la iglesia, y lo devolvió al santuario. Cuando ella no dirigía el coro, tocaba el órgano con gran entusiasmo.
¡Dios había sido fiel! Lenin había pronosticado que el cristianismo dejaría de existir en la próxima generación. Dijo que después de la muerte de las abuelas, no quedarían más cristianos. ¡Pero él no conocía a la Hermana Agnes, a la señora Baker y al Dios que ambas amaban!”
Al pensar en esta historia y la perseverancia de estas hermanas recuerdo a mi suegra “Elisa”. Por más de cuarenta años estuvo orando por la conversión de su esposo y el Cielo se lo concedió, pues aquel hombre que rechazaba todo acercamiento a Dios le pidió un día que llamara al pastor para que su nombre fuera inscrito en el libro de la iglesia. Elisa oraba por mí y mi ministerio. En una de esas ocasiones en que fui para estar con ella, antes de salir para mis clases, ella oró por mí una oración tan especial, que se que al pasar los años y aunque ella descansa en la esperanza de la resurrección, su oración todavía está ante la presencia del Padre Celestial para cumplir lo que ella, con tanta fe, pidió
No puedo dejar de pensar en mi madre que siempre oraba por sus hijos y nietos y como abuela y madre fiel pedía por ellos y por su seguridad pero sobre todo por su salvación y vida espiritual. Hoy cuando veo a mis hijos adultos y contemplo su vida y su relación con sus propios hijos y la iglesia considero que ellos son amparados todavía por las oraciones de la abuela y madre, pues sus propios hijos siguen fieles y con vida gracias a sus oraciones.
Cuando escucho a Evelyn, mi esposa, orar por sus hijos y nietos se que esas oraciones son atendidas por el Padre Celestial y sus ángeles están siempre dispuestos a cumplir con la orden que se les da para atender sus súplicas.
El Señor desea mostrarse como el Dios fuerte que está a tu favor, tal y como lo hizo para cada una de las abuelas que les he mencionado pero sé que si tu vas al cielo con la fe y la constancia que se requiere, con seguridad, la promesa que te he presentado, “Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es perfectamente suyo”, se ha de cumplir en ti.