El supermercado moderno le asesta un golpe en la cabeza a la idea evolucionista del progreso. Todavía se trata de la supervivencia del más apto. El carrito para cargar alimentos más rápido y los brazos más largos son los ganadores. Y mientras el comprador victorioso empuja su carrito cargado de alimentos hacia su automóvil, nos preguntamos quién es exactamente el perdedor.

En el mercado moderno lo que más importa son los números. El bulto. El volumen. Démosle el nombre que sea. Se trata de amontonar los productos. Hay que fabricarlos por millones. Hay que atraer a los compradores por miles. Y girar con millones de dólares de capital. Eso es vivir. ¿Pero lo es en realidad? Las brillantes y atractivas ilustraciones, los envoltorios higiénicos, el azúcar, el colorido y el lujo nos dejan deslumbrados. Compramos, comemos, y vivimos en la forma que se nos indica, o más bien en la forma como lo sugieren los especialistas en mercadeo. Cuando éramos niños teníamos una excusa para consumir chocolates y caramelos, pero como adultos no podemos ir por el mercado estirando los brazos indiscriminadamente para tomar lo que nos parece bonito, lo que tiene buen gusto o lo que parece una buena compra.

Una de las formas más fáciles de afirmar la individualidad es considerar cuidadosamente lo que se come. Porque en última instancia es su elección. Nadie puede forzarte a comer algo que no deseas. Debemos tomar acciones concretar y maduras en favor de nuestra salud de manera que podamos vivir la vida a plenitud como Dios lo desea. Iniciemos nuestros cambios de alimentaciones trabajando con objetivos concretos y acertados. Si podemos ir cuidando cada una de estas áreas seguramente comenzaremos muy pronto a experimentar los beneficios de cuidar nuestro cuerpo y en especial aquellos alimentos que consumimos.

PRIMER OBJETIVO – COMER MENOS GRASA
La gran lucha por recuperar y mantener nuestra salud no es asunto de un momento. Es disponernos a recorrer por un camino que amerita fuerza de voluntad y muchos deseos de bienestar. Cuando las metas que nos proponemos no son fáciles de alcanzar o mejor dicho, posibles de alcanzar, muchas veces nos desanimamos en el intento. Pero en esta ocasión iremos caminando paso a paso hacia la recuperación de nuestra salud y hacia el disfrute de una vida mejor.

Comenzaremos trabajando en el área del consumo de grasa. ¿Por qué? Tu salud en general requiere que se reduzca la ingestión de todas las clases de grasas, especialmente las de origen animal. Pero los aceites vegetales y las margarinas también abundan en grasas vegetales. Los depósitos de grasa en las arterias y las piedras de la vesícula están en gran medida constituidos de colesterol. Cuando se consumen alimentos grasos en cantidad, el colesterol se deposita en el organismo. La grasa saturada se encuentra mayormente en los alimentos de origen animal. Otras grasas no saturadas que forman parte del régimen de alimentos, tienden a reducir la cantidad de colesterol que existe en el organismo. Esta clase de grasa se encuentra en el aceite de maíz, de semilla de girasol, de soya.

¿Cuánta cantidad de grasa necesitamos en realidad? El 40% de nuestras calorías se derivan de las grasas, pero sería mejor que fuera solamente el 30% o menos aún. Si consumes una buena cantidad de alimentos fritos, y colocas mantequilla o margarina en las verduras cocinadas y si colocas una gruesa capa de mantequilla en el pan, puedes estar segura que necesitas cambiar tus hábitos de alimentación.

MUCHO CUIDADO CON ESTOS ALIMENTOS
Necesitas ser especialmente cuidadosa con los productos de pastelería, tortas, cremas, bizcochos, chocolates, toda clase de embutidos, carne, queso, mantequilla, margarina y grasa.

Inicia tu plan de salud comenzando a ser cuidadosa en el consumo de las grasas. Aunque esto no es todo lo que se necesita para tener una mejor salud, es un buen comienzo y te permitirá poco a poco ir desarrollando mejores hábitos al comprar tus alimentos, al prepararlos y al consumirlos. Finalmente tú será la más beneficiada.

Adaptado del libro Secretos de la Salud Familiar