Un día la madre le dijo que ya no iba a luchar más con ella para que se bañara así que le dijo que si no quería bañarse que no lo hiciera. Pasaron varios días y la niña no se bañaba. ¿Ustedes saben lo que pasa cuando uno no se baña? Sí, se comienza a tener mal olor. La niña olía tan mal que los otros niños no querían jugar con ella, y lo peor aún el cabello se le llenó de piojos. Ni siquiera su perrito quería acercarse a ella por lo mal que olía.
Cuando la niña se acercaba a otros niños ellos huían y no querían estar cerca de ella. Un día la niña vio que en sus brazos aparecieron unas ronchas muy feas y le dijo a su mamá:
– ¡Mamá llévame al médico porque estoy enferma! Mira lo que tengo en mis brazos.
La mamá la llevó al médico y la niña tenía tan mal olor que el médico se mostró sorprendido. Enseguida le dijo a la niña:
– Tú no estás enferma, lo que tienes es que estás muy sucia. La piel forma ronchas cuando no se limpia, por eso lo único que necesitas es bañarte inmediatamente.
El médico le recetó una crema medicinal para poner sobre las ronchas de la piel. La niña estaba tan avergonzada que cuando llegó a su casa se fue directo al baño y se dio un buen baño. Desde ese día más nunca se quejó a la hora de bañarse y sus amiguitos volvieron a compartir con ella al igual que su perrito.
Todos deben aprender a cuidar su cuerpo y a disfrutar el baño diario. En la Biblia leemos un versículo que dice: “El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el Espíritu Santo que Dios les ha dado. Ustedes no son sus propios dueños” 1 Cor. 6:19