Desde hace un par de semanas la mayoría de los estudiantes de las escuelas donde vivimos iniciaron sus actividades. Desde temprano en la mañana y después de las 3:00 p.m. se ven por todas partes los autobuses escolares recogiendo los niños y luego llevándolos de regreso a sus casas. Fue interesante ver en las tiendas a los padres con la lista de útiles escolares en mano buscando las mejores ofertas y asegurándose de que sus niños estarán bien equipados para la escuela. Por otro lado para muchos niños el inicio del año escolar no fue muy emocionantes porque indicaba el fin de las vacaciones del verano. Ya no más paseos a la playa, no más dormidas tarde, ni visitas a los abuelos. Nuestros nietos se contaban dentro de ese grupo de manera que buscaron toda forma posible de pasar cerca de nosotros el mayor tiempo posible.
No cabe duda que los padres deben hacer todo lo posible para proveer una educación de calidad a sus hijos a fin de que su desarrollo mental y social se realice de forma adecuada. Sin embargo, la responsabilidad de la educación académica de los hijos va más allá de simplemente matricularlos en una escuela y comprarles los útiles escolares. Los padres deben ser muy cuidadosos al escoger la escuela donde sus hijos estudiarán porque las influencias que los rodeen producirán un efecto positivo o negativo en sus vidas. Si bien es cierto que la calidad de educación que se imparte en la escuela debe ser de alta calidad, más importante que eso es conocer la filosofía sobre la cual se trabaja en la escuela. Los padres cristianos que se esfuerzan por criar a sus hijos con una base moral y espiritual sólida debieran tener sumo cuidado al escoger el lugar donde sus hijos estudiarán. Quiero compartir con ustedes una declaración que contiene un mensaje profundo para los padres cristianos:
“Al hacer planes para la educación de sus hijos fuera del hogar, los padres deben comprender que ya no es seguro mandarlos a las escuelas fiscales, y deben esforzarse por enviarlos a aquellas en la cuales obtendrán una educación basada en el fundamento bíblico. Sobre cada padre cristiano descansa la obligación solemne de dar a sus hijos una educación que los inducirá a obtener conocimiento de Dios, y a llegar a ser partícipes de la naturaleza divina por la obediencia a la voluntad y el camino de Dios (CN 284).
Recuerden los padres que de las horas del día sus hijos pasarán buena parte de ellas bajo la atención de los maestros y la compañía de otros niños en la escuela. Ese ambiente puede obrar para bien o para mal en el carácter de los niños de tal forma que la obra que los padres han realizado con tanto esmero y dedicación en el hogar se vea entorpecida o distorsionada por las influencias negativas de la escuela. Les comparto otra cita para su consideración:
“Es una realidad terrible, que debiera estremecer el corazón de los padres, el que en tantas escuelas y colegios adonde se manda a la juventud para recibir cultura y disciplina intelectual, prevalezcan influencias que deforman el carácter, distraen el espíritu del objeto verdadero de la vida y pervierten la moralidad. Mediante el trato con personas sin religión, amigas de los placeres muchos jóvenes pierden su sencillez y pureza, su fe en Dios y el espíritu de abnegación que padres y madres cristianos fomentaron y conservaron en ellos por medio de instrucciones cuidadosas y fervorosas oraciones” (CN 308).
Es posible que muchas escuelas cristianas no cuenten con todas las comodidades, equipos, o personal que garanticen una educación a la altura de la que ofrecen otras escuelas de gran prestigio, pero el colocar a nuestros hijos bajo la tutela de maestros cristianos que aman a Jesús y que trabajarán juntamente con los padres en cuidar que los valores espirituales de los niños se mantengan y no se confundan, será le mejor garantía que los padres pueden tener en el momento de pensar en la educación académica de sus hijos. Que Dios permita que todos los padres cristianos puedan buscar el consejo divino y seguir las orientaciones del Señor.