El hierro de un bello arado,

después de largo reposo,

se hallaba muy empañado,

cuando vio pasar, lustroso,

a su hermano, que orgulloso

venía de la faena.

Entonces con mucha pena

le dijo: “Hermano querido,

¿quién te ha puesto tan pulido,

tan hermoso, tan brillante;

quién ese lustre te ha impreso,

mientras que yo me hallo herido

por este herrumbre espeso

que me hace estar cabizbajo?”

Y en tono limpio y sencillo,

contestó el otro: “¡Este brillo

lo adquirí en el trabajo!

Tomado del libro Había Un Zoológico[/box¨]