. ¿Cómo crees que me siento cuando lo escucho decir eso? Si eres abuela como yo, no tienes que contestar mi pregunta porque ya sabes lo que se siente, sin embargo, me he preguntado muchas veces si todos los nietos que van a visitar sus abuelitos sienten algo similar.
Haciendo un poco de historia recuerdo cuando Ivonne mi nieta mayor era pequeñita y la trajimos por primera vez a nuestra casa. Nuestro hijo vivía con su familia en una ciudad a unas cinco horas de distancia de nuestro hogar por lo tanto siempre que lo visitábamos lo hacíamos en avión. Ellos llevaban la niña al aeropuerto para recibirnos y tan pronto el avión comenzaba a descender mi hijo le decía: “ahí vienen los abuelitos”. De igual forma después de pasar varios días juntos cuando llegaba el momento de nuestra partida, nos acompañaban con la niña al aeropuerto y ella nos veía subir a ese “pájaro de hierro” que se tragaba los abuelitos y se los llevaba arriba en el cielo. Eso hizo que la niña cuando conversaba con sus amiguitos decía que sus abuelitos vivían en el cielo en un avión.
Un día decidimos que ella debía vivir la experiencia de viajar con nosotros en avión hasta nuestra casa y fue entonces cuando ella pudo comprender que no vivíamos en un avión y que teníamos una casa como la de ella. Recuerdo que en esa ocasión cuando llegamos del aeropuerto a nuestra casa al entrar ella miró alrededor y nos dijo: “Me gusta tu casa”. Desde ese momento todos los años cuando está de vacaciones viene a visitarnos por varias semanas para alegrarnos y compartir con nosotros.
Nuestros nietos los gemelos (Gabriel y Javier) nacieron en New York, en medio de toda la agitación y la conmoción propia de esa ciudad por lo tanto cuando vienen a nuestra casa podemos sentir la alegría que les produce estar en un ambiente amplio, tranquilo y cómodo. Muy temprano en la mañana los escuchamos correr por los pasillos y subir y bajar la escalera corriendo. Mi esposo y yo nos miramos y decimos: “Llegaron los venaditos de New York”.
Para nuestros nietos que viven cerca de nuestro hogar (Sophia e Ian) la experiencia de venir a visitarnos es como llegar a su hogar. Corren, suben, bajan, juegan, y se acuestan en la sala familiar buscando sus cobijas, sus almohadas y disfrutando de la comodidad de un hogar que conocen muy bien. Lo triste del caso es que cuando sus padres llegan para recogerlos siempre hay lágrimas, llantos y súplicas de que los dejen otro día más.
Me siento una abuela afortunada al tener nietos que disfrutan venir a visitarme. Su presencia llena mi vida y la de mi esposo de alegría. Sus risas, juegos, cantos, preguntas e inclusive sus peleas por acaparar nuestra atención nos hacen sentir que tenemos un espacio especial en el corazón de ellos. Le agradezco a Dios porque puedo recibirlos con amor, puedo cocinarles lo que les gusta, les puedo contar historias, bañarlos, vestirlos y abrazarlos cuando están a mi lado. Me encanta acostarlos a mi lado y sentir sus suaves mejillas cuando les beso para entregarlos a Dios en sus dulces sueños. Agradezco a Dios cuando puedo consolarlos y ayudarlos con sus tristezas infantiles, pero de todo esto lo que más me gusta es que cuando no están con nosotros desean vernos tanto como nosotros a ellos.
Bueno, hay algo que no puedo dejar de decir para ser sincera; lo bueno de ser abuela es que cuando sientes que estás cansada y que tus nietos te han agotado las energías, puedes tomar el teléfono y llamar a tus hijos para decirles: “Ven a buscar tus hijos” (aunque al día siguiente quieras volver a verlos).