jcpenniesUna de las historias de mayor éxito en los Estados Unidos es la de James Cash Penny, quien fuera el fundador de la cadena de almacenes que lleva su nombre. La primera tienda se abrió en 1902.

Aunque J.C. Penney podía reflexionar sobre su vida y ver, con orgullo y placer, muchos logros sobresalientes, hay un incidente que sobrepasa los otros. El señor Penny se refería a ese incidente como “los veinte minutos más dramáticos y gloriosos de mi vida”.

La experiencia que afectó tan permanentemente y profundamente a J.C. Penney tuvo lugar en 1930. Poco después de la crisis económica de la bolsa de valores en 1929, el señor Penney se enteró de que estaba en bancarrota. Los resultados del colapso de la bolsa significaban que sus finanzas se habían desvanecido y que compañía no podría sobrevivir.

Además de estas presiones financieras, el señor Penney se sentía agotado emocionalmente porque algunos colegas y amigos lo culpaban por las condiciones actuales del colapso de la bolsa aunque él no era responsable. La ruina financiera junto con ataques personales y crítica, agotaron la energía del Señor Penney.

Exteriormente, él continuó trabajando para hacer que sus tiendas tuvieran éxito, pero internamente estaba desvastado, y sus reservas se estaban agotando.

Cuando estaba en Battle Creek, Michigan para dar una charla, al señor Penney le salió una erupción seria, que luego identificaron como culebrilla. No pudiendo dormir de noche y presa de un gran dolor físico, Penney consultó a un bviejo amigo médico, Elmer Eggleton. El doctor Eggleton llegó rápidamente a la conclusión de que el señor Penney estaba extremadamente enfermo e insistió en hospitalizarlo en la clínica de fama mundial Kellog Sanitarium en Battle Creek (este hospital fue del Dr. Kellog).

Allí, se le asignaron enfermeras día y noche para observarlo constantemente. Su médico ordenó que se le mantuviera sedado, con la esperanza de que el descanso y el sueño le produjeran algún alivio. Sin embargo, nada ayudaba. “Me debilitaba día a día”. “Tenía los nervios destrozados, lleno de desesperación, incapaz de ver ni siquiera un rayo de esperanza. No tenía nada por qué vivir. Sentía que no me quedaba ni un amigo en el mundo, que hasta mi familia se había vuelto contra mí”.

Estaba profundamente deprimido y muy débil, tanto emocional como físicamente. Durmió poco y se despertó convencido de que ésa era la última noche de su vida. Escribió cartas de despedida a su esposa e hijo, diciendo que no esperaba vivir para ver el amanecer del nuevo día.

“Las cosas que quería decirles a mi esposa e hijos entraron precipitadamente en mi mente”, decía. “Me levanté, encendí la luz y escribí varias cartas. Por fin estaban listas. Las sellé, apagué la luz y regresé a la cama pensando que ahora sí podría dormir y no dudaba ni por un momento de cuando amaneciera, ya no estaría vivo”.

Después de escribir las cartas, Penney pudo dormir pero quedó asombrado al descubrir que esta vivo a la mañana siguiente. “Despertarme de nuevo fue una extraña sorpresa. Vagamente, sabía que debía haber una razón”, observó.

En ese momento, salió de su habitación y a bajó las escaleras, donde oía cantos provenientes de la capilla del hospital. Reconoció la letra de un viejo y conocido himno que cantaban: “Dios cuidará de ti”.

La curiosidad y desesperación lo llevaron a la capilla donde se sentó solo, y escuchaba la letra del ese himno. Lo que aconteció en su vida durante esos momentos al escuchar los himnos es impresionante y memorable. El señor Penney dijo:

Esos breves momentos transformaron completamente su vida. “Fue un gran alivio, para mi espíritu. Salí de esa habitación diferente, renovado. Había entrado encorvado con parálisis de espíritu, completamente a la deriva. Salí con la gran sensación de haberme liberado de la esclavitud de desear la muerte, y de sentir la pulsación de vida y esperanza. Había vislumbrado a Dios”, dijo.

 

Esta historia fue escrita por Víctor Parachin