“José se echó sobre el rostro de su padre, lloró sobre él y lo besó”. Génesis 50:1.
La relación de José con su padre fue muy buena como lo confirma el relato bíblico. Los recuerdos que José tenía de Jacob fueron los de un padre que lo cuidó y le enseñó algo muy valioso; el respeto y la obediencia a Dios valores que fueron la garantía que tuvo José cuando vivió los momentos difíciles en la tierra de los egipcios. José dio muchas pruebas del amor y del respeto que tenía hacia la persona de su padre. Para El su padre fue su “personaje inolvidable”.
En esta mañana quiero hacer un alto para recordar a mi Padre que ha sido “mi personaje inol-vidable”. Gran parte de lo que soy se lo debo a él y sobre todo al legado espiritual que dejó en mi vida. Las condiciones en las que nació, las experiencias de su niñez y su juventud no fueron las mejores. No tuvo los modelos adecuados que le garantizaran en el futuro una paternidad exitosa. Sin embargo, hoy por hoy, al recordar la manera como fue en su relación con sus hijos pienso en las palabras de David en el Salmo 103: “Como el padre se compadece de sus hijos…”
Es posible que usted se esté preguntando por qué el que escribe a sus sesenta y seis años quiere decir algo de su padre. Pues bien, quiero compartir con usted algunas de mis razones y espero que al terminar tal vez algunas de ellas sean iguales a las suyas, o de pronto usted desee añadir otras sobre la persona de su padre que yo no haya mencionado.
En primer lugar mi padre me enseñó que “Dios es un padre amoroso”. Un día mientras estába-mos viajando por un lugar, en nuestra tierra natal Venezuela, me dijo: “¿ves ese lugar allí?” Era una casa muy grande y linda. Me dijo: “en ese lugar vive el hombre que me engendró pero que nunca quiso reconocerme como hijo”. Desde ese momento mi amor hacia él fue mayor pues al saber que nunca tuvo la figura de un buen padre como modelo se esforzó para mostrarme a un padre bondadoso a través de nuestras vivencias diarias. Fue un esposo amoroso y cuidadoso de todos los detalles que tenían que ver con mi madre. Lo vi mantener una relación de amor con ella basado en el respeto y la consideración. Hoy lo recuerdo y siempre desee imitarlo, porque con su ejemplo me enseñó que el amor de Dios no tiene límites en el hogar.
Otra cosa que aprendí de él era que antes de atender cualquier compromiso financiero que yo hiciera mi responsabilidad con Dios estaba primero. Cada vez que recibía su salario lo primero que lo veía hacer era apartar lo que le pertenecía a Dios. En cierta ocasión me dijo: “si quieres que te vaya bien en la vida debes mantener tus cuentas claras con Dios” y añadió “y con los hombres”. Mi padre era fiel en cumplir sus compromisos financieros a tiempo. Hoy cuando me-dito en los años pasados considero que hombres como mi padre hay muy pocos. Yo quiero decir como el sabio en su proverbio: “mucho se alegrará el padre del justo” (23:24). Sigue ese ejemplo y te irá bien en la vida.
Hay una tercera enseñanza que considero ha sido para mí la más importante, ya que su legado estaba basado en consejos que a diario me daba. El sabio Salomón dice en Proverbios 13:1 “El hijo sabio recibe el consejo del padre”. Aunque mi padre se formó en lo que él llamada “la uni-versidad de nuestra señora de las necesidades” sus consejos estaban llenos de sabiduría. Les comparto algunos de ellos: “Hay caminos que al hombre parece derecho, empero su fin son caminos de muerte”. “Sólo a los árboles frutales se les tira piedras”. En una ocasión en que me sentía abrumado por los problemas en mi trabajo me dijo: “Alábame y no te creeré, regáñame y me molestaré, pero anímame y no me olvidaré jamás de ti”. En una reunión familiar al final del año nos dijo: “Una familia es como una bicicleta, cada uno de ustedes son una parte de ella. Yo soy el manubrio, pero cuando yo falte, Iván tu ocuparás ese lugar”. Cuando murió tuve que ocupar su lugar y hoy me siento orgulloso de haber tenido un padre que dejó en mí un legado de gran valor.
Leí de un pastor que dijo lo siguiente a cerca de su padre “Cuando mi padre murió, fue como si yo hubiera vivido en. . . una casa con una ventana que daba a una cordillera. Entonces, un día, miré por la ventana y faltaba una de las montañas”. Cuando Jacob murió, José experimentó una gran pérdida. Leemos que “José se echó sobre el rostro de su padre, lloró sobre él y lo besó” (Génesis 50:1). El período de la ceremonia, el luto y el entierro duraron más de dos meses.
Tal vez muchos hemos visto morir a nuestro padre. El mío murió en una forma muy triste, que no quisiera recordar. Sentí que me arrancaban parte de mi cuerpo. En este día te aconsejo que le expreses tu amor y gratitud a tu padre si todavía lo tienes vivo. Pero si los recuerdos que tie-nes de él no son los mejores trata de perdonarlo y pídele a Dios que te la oportunidad de ser un mejor padre, esposo e hijo. Dios promete que un día “ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4). Hasta entonces, las lágrimas son el don de Dios para limpiar el alma cuando debemos lidiar con la pérdida de papá. Que Dios te dé en este día el mejor recuerdo “de tu personaje inolvidable”